Las elecciones europeas medirán el avance de los partidos de la derecha radical en la UE, apuntalados por estrategias externas. A lo largo de la próxima semana, los corresponsales de Bruselas, París, Roma y Berlín explicarán el peso y las expectativas de estas fuerzas, mientras que los de Washington, Nueva York, Londres y Moscú analizarán experiencias vinculadas como el brexit y la victoria de Trump. La extrema derecha se prepara para asaltar el Parlamento Europeo a finales de mayo. Y con muy buenas sensaciones, si se atienen al avance que ha experimentado estos últimos años en gran parte de los países de la Unión Europea (UE).

Las razones de este auge son varias, pero entre las principales se encuentran los 10 años de sacudida económica y financiera, la crisis de los refugiados, el descrédito de la clase política tradicional afín al capital y manchada por la corrupción, el fracaso de la izquierda y la desconfianza en unas instituciones europeas cómplices de las políticas de austeridad que han torpedeado el Estado del bienestar, sobre todo en los países del sur de Europa. Una tormenta perfecta de la que se aprovechan también ahora fuerzas externas a la UE.

Hoy en día, los partidos ultras están presentes en 21 parlamentos de los 28 países comunitarios. Son socios de gobierno en Austria, Italia, Finlandia, Eslovaquia, Letonia y Bulgaria, mientras que en Dinamarca ofrecen apoyo puntual parlamentario al Ejecutivo. En Hungría, la República Checa y Polonia, gobiernan fuerzas de derecha tradicionales pero que han asumido el discurso de la derecha más radical. Nunca antes fuerzas políticas nacionalistas, xenófobas y populistas habían llegado tan lejos en el continente, si exceptuamos los años 30 del siglo pasado.

La estrategia confesa de los ultras cara a los comicios de mayo es conseguir los eurodiputados suficientes para poder dinamitar desde sus entrañas los principios fundacionales de la UE y acabar o debilitar al máximo los valores que representa. Un bloque fuerte euroescéptico podría causar el colapso de las instituciones de Bruselas.

Un proyecto, sin duda, ambicioso y que no es ajeno a los intereses de la Rusia de Vladímir Putin ni tampoco a la derecha radical de Estados Unidos que logró aupar a la Casa Blanca a Donald Trump con la colaboración también del Kremlin, según apuntan las investigaciones en marcha de la fiscalía en EEUU. El magnate-presidente ha impuesto una nueva manera de hacer política en su país basada en el principio nacionalista de «América primero», cuyos efectos son notorios en todo el planeta.

En la carrera hacia las elecciones europeas, los partidos de extrema derecha cuentan con la ayuda de Steve Bannon, que contribuyó como jefe ejecutivo de campaña a la sorprendente victoria de Trump en las elecciones del 2016. Según todos los indicios, Bannon también ayudó a que se impusiera de manera inesperada el brexit meses antes en el Reino Unido, en esa ocasión como vicepresidente de la polémica compañía Cambridge Analytica (CA).

Esta consultora, fundada en el 2013 por el multimillonario ultraconservador estadounidense Robert Mercer -uno de los grandes donantes de la campaña de Trump- y la canadiense AggregateIQ, revolucionaron la forma de acometer las campañas electorales, aunque con malas artes.

Las dos empresas utilizaron el big data para elaborar perfiles psicológicos y crearon cuentas ficticias y automáticas (bots) para difundir mensajes en Twitter y páginas web fantasmas para lanzar fake news (falsas noticias) a través de las redes sociales. Es más, se valieron de los datos personales de 87 millones de usuarios de Facebook. Todo ello con el fin de manipular a los electores e influir en sus votos.

En el Reino Unido se está investigando el grado de implicación de Cambridge Analytica en la campaña Leave.EU, una de las no oficiales del brexit capitaneada por Arron Banks, otro multimillonario con vínculos con Moscú. Aun así, su método de trabajo básico sigue vigente. De hecho, un modelo similar de captación de voto se habría utilizado en las elecciones de Andalucía de diciembre, con el resultado conocido.

Desde su cuartel general en Bruselas, donde tiene previsto lanzar la plataforma The Movement los próximos días, Bannon lleva meses gestando una suerte de internacional ultraderechista europea a la que ofrece, «gratis, todas las herramientas que ayudaron al crecimiento político de Trump», según sus propias palabras.

Ante lo que se viene encima y visto los precedentes, Bruselas se ha puesto en guardia para blindar las elecciones europeas de mayo y evitar posibles interferencias similares a las que afectaron al brexit y a los comicios estadounidenses.