"Fingí que estaba muerta, así fue como sobreviví", dijo Rita Alves do Santos, de 76 años. "Era mucha sangre, para todos los lados. Lo vi todo. Sucedió en un minuto", contó. Minutos antes, el analista de sistemas Euler Fernando Grandolpho había entrado a la Catedral Metropolitana de la ciudad paulista de Campinas. Se sentó en un banco pero no pudo contenerse. Entonces empezó a disparar a mansalva en medio de la misa. Fueron 14 balazos. Cuatro fieles murieron en el acto. Otras cuatro resultaron heridas. Grandolpho, de 49 años, recargó el su revólver y se dirigió hacia el altar. Ahí se suicidó. Rita Alves do Santos estaba en el suelo, con los ojos cerrados. Siempre va a la Catedral para rezar por las almas de sus hijos. Ella suele ir los mediodías. Pero este martes negro cambió de horario sin saber lo que le esperaría.

Grandolpho era el segundo hijo más joven de una familia muy católica y se jactaba de sus valores conservadores. De acuerdo con el diario paulista Folha, que a personas que lo conocían, el atacante tenía a veces posiciones racistas. En la vecindad de Valinhos donde vivía el asesino nadie pareció sorprenderse del desenlace luctuoso. Grandolpho solía amenazar a algunas personas con su arma. Sus actitutes agresivas alcanzaban incluso a los adolescentes. Sin embargo, el comisario José Henrique Ventura, encargado del caso, recordó que el atacante carecía antecedentes penales."Era una persona fuera de cualquier sospecha en circunstancias normales".

La violencia en un país con 60.000 homicidios anuales se ha convertido en un asunto diario en los medios de comunicación. Las imágenes de la masacre llegaron de inmediato a las pantallas. Una cámara del circuito interno de seguridad de la Catedral Metropolitana había registrado las acciones del tirador.

La sangre derramada en Campinas trajo el recuerdo de otra masacre, siete años atrás, perpetrada en Río de Janeiro, cuando un antiguo estudiante de la Escuela Pública Municipal Tasso da Silveira, Wellington Menezes de Oliveira, abatió a 12 niños e hirió a otros 20 para luego quitarse la vida antes de ser reducido por las fuerzas policiales.

El nuevo y luctuoso episodio sacude a Brasil en un momento peculiar donde, a raíz del triunfo electoral de la extrema derecha ha cobrado fuerza la discusión sobre el derecho a portar armas. El propio Jair Bolsonaro se ha mostrado antes, durante y después de la campaña proselitista a favor de la autorización a su venta y uso por parte de la población. De hecho, su gesto que simula con las dos manos sostener una ametralladora se convirtió en símbolo del Partido Social Liberal y sus votantes. Para el ex capitán del Ejército que el 1 de enero asumirá la presidencia, la sociedad debe dejar de lado las posiciones "políticamente correctas" en este tema. "El arma es la garantía de nuestra libertadad”.

Unas seis armas se venden por hora en el mercado civil nacional, de acuerdo con datos del Ejército. A lo largo del presente año, fueron adquiridas casi 35.000. Alcanza con ser mayor de 25 años, tener un empleo y residencia fija y no haber sido condenado o involucrado en un proceso criminal, para adquirir un revólver. En la actualidad, consignó el diario Folha, existen oficialmente 619.604 armas en manos de civiles a pesar del Estatuto del Desarme, ley federal aprobada en 2003 y en los hechos convertida en papel mojado en los últimos años a partir de una serie de decretos presidenciales. Esas cifras no toman en cuenta el enorme mercado negro de los pertrechos.

"Con la ayuda de ustedes, todos podrán portar un arma de fuego", dijo el ex capitán cuando se lanzó a competir por la presidencia. Frente a los sucesos de Campinas, Bolsonaro evitó toda consideración respecto a sus promesas electorales. Habló de un crimen "bárbaro" y expresó sus condolencias con las familias de las víctimas. Bolsonaro volvió a recurrir a las redes sociaes para exprear sus posiciones. "Profundamente sacudido por la noticia de ese crimen cometido dentro de la Catedral de Campinas... rezo para que los heridos tengan rápida recuperación".