Cuando la tierra tembló en Haití hace ahora diez años, causando una de las peores catástrofes humanitarias del siglo XXI, no faltó quien, entre optimista y naif, habló de oportunidad, cual ave Fénix, para renacer. El país caribeño, el más pobre del continente antes, durante y después del seísmo, no solo no ha renacido sino que sigue en el lodo una década después.

Recordar las cifras del desastre causa escalofrío; más de 300.000 muertos, 400.000 heridos y un millón y medio de personas obligadas a dejar sus casas como consecuencia de un terremoto de intensidad 7,3 en la escala de Richter. Pero no son menos impactantes las cifras que dan cuenta de uno de los mayores despliegues internacionales de ayuda humanitaria que se recuerdan; más de 12.000 oenegés llegadas de todos los puntos del planeta aterrizaron en el país, amén de Naciones Unidas y sus desembolsos millonarios. Diez años después, el país sigue sumido en el caos y la pobreza, con una inestabilidad crónica, una crisis política sistémica, un sistema sanitario al borde del colapso, y 34.000 personas viviendo todavía en campamentos mal llamados temporales.

AYUDAS MILLONARIAS / ¿Dónde han ido a parar las ayudas millonarias? La respuestas ni son sencillas ni son únicas y la imagen de un palacio presidencial y una catedral todavía sin reconstruir sirven de metáfora de cómo se encuentra la isla caribeña.

La evolución económica y política más inmediata de Haití es nefasta. En el año 2019, el país entró en recesión con una reducción del 1,2% del PIB, según datos del Fondo Monetario Internacional.

Uno de cada tres haitianos necesitan ayuda alimentaria urgente, el precio de los alimentos, combustible y medicamentos sigue disparado. Todo el año pasado se repitieron los conocidos como peyi lok, bloqueos con barricadas en llamas que paralizaron todo el país. En este contexto, el acceso a la ayuda humanitaria se está viendo seriamente afectada. Javier Fernández, coordinador del proyecto de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Martissant, un barrio de Puerto Príncipe, la capital haitiana, constata en una entrevista telefónica que los bloqueos han complicado sobremanera la labor sanitaria. «Se está produciendo -relata- un estancamiento y las instalaciones sanitarias carecen de material, sangre, combustible y personal».

«NO SE ATISBA SALIDA» / Fernández es tajante al afirmar que la situación en Martissant -basura, falta de seguridad, violencia, paro- no ha variado sustancialmente desde las primeras visitas. «Y lo peor es que no se atisba una salida».

«Diez años después, la mayoría de los actores humanitarios y médicos han abandonado el país y el sistema sanitario está nuevamente al borde del colapso en medio de una creciente crisis política y económica», subraya en la misma línea el coordinador general de la oenegé Médicos Sin Fronteras (MSF) en Haití, Hassan Issa.

Además, como advierte la oenegé Acción contra el Hambre, Haití no ha dejado de afrontar desastres durante los últimos 10 años, como dos ciclones, dos temporadas de importante sequía y otro terremoto, menor, en el 2018.

Las oenegés han sido objeto de críticas por la falta de compromiso a largo plazo. Sin olvidar episodios más vergonzantes como el papel de los cascos azules, responsables de la propagación de un brote de cólera o las acusaciones que pesan sobre cooperantes acusados de beneficiarse de favores sexuales de jóvenes a cambio de comida.