La chispa ha vuelto a saltar en las fronteras griegas. Más de medio millar de refugiados han protagonizado enfrentamientos con la policía helena en un intento de cruzar a Macedonia del Norte. Un bulo animó a los inmigrantes del campo de Diavatá, en los suburbios de Tesalónica, a cruzar la frontera norte que celebraba que estaba, de nuevo, abierta. Cuatro años después de la crisis de refugiados que hizo tambalear a Europa, el foco está de nuevo en esas 70.000 personas que llevan atrapadas en Grecia desde 2016 .

Los rumores vuelan entre una comunidad tan desgastada y olvidada como es la de los refugiados en Grecia, y eso ocurrió el viernes. La noticia de una posible apertura de fronteras en el norte del país les llevó a empezar a mobilizarse porque veían que, por fin, podrían avanzar. "Mañana, hoy, todo el mundo vendrá a la frontera, a cualquier frontera. Tenemos que abrir las fronteras; la vida en Grecia no es buena, es difícil", se lamentaba Dario, un refugiado iraquí. Varias publicaciones en redes sociales les mostraban la luz al final del túnel bajo el nombre de la 'Caravana de la Esperanza'.

Familias enteras con bebés en brazos y criaturas en carritos cargaban con sus mochilas y su ilusión hacia la frontera norte donde se toparon con la policía. Los gases lacrimógenos y los matorrales ardiendo no les pararon y respondieron con el lanzamiento de piedras y botellas para romper el cordón policial. Esta vez, como en el 2015 y el 2016, tampoco hubo suerte. Más de 100 tiendas de campaña se instalaron la noche del viernes a las afueras del campo de refugiados de Diavatá para recuperar fuerzas.

Ayer hubo un nuevo intento de cruzar la frontera que volvió a ser reprimido por las fuerzas del orden griegas. "Es mentira que vayamos a abrir las fronteras", aseguró el ministro de Migraciones heleno, Dimitris Vitsas. El político lamentó que el "99%" de los inmigrantes congregados en Diavatá habían sido "víctimas" de la desinformación que atribuyó mayormente a "los traficantes". "Estoy pidiendo a esta gente que vuelva a los centros de acogida", concluyó en televisión.

DESDE ATENAS

Las falsas buenas noticias no solo llegaron a los campos más cercanos a la frontera, sino que también viajaron 500 kilómetros hasta llegar a la imponente Atenas. En la capital, una cincuentena de inmigrantes compró billetes de tren hacia Diavatá para cruzar con sus compañeros. La policía les evitó viajar para impedir una concentración masiva en el norte del país y, como respuesta, los refugiados ocuparon las vías de la principal estación de trenes de la capital.

Al grito de "Alemania" y "abrid las fronteras", los inmigrantes residentes en centros de acogida de Atenas se negaron a abandonar esta nueva oportunidad de adentrarse en Europa. "Queremos ir a Tesalónica y luego a la frontera", explicó Amin Omar, un iraquí de 27 años sentado en las vías del tren. "No sabemos si están abiertas", reconoció esperanzado.

ETERNA ESPERA

Este es solo un episodio más de la desesperación por una tragedia abandonada en el olvido. Desde el cierre de fronteras por el acuerdo UE-Turquía en 2016 y el fracaso de los mecanismos europeos de reparto prometidos, miles de refugiados viven sin apenas futuro. Escapar de las guerras en sus países, como Afganistán, Siria, Irak o Mali, no fue suficiente y todos sus proyectos para una vida mejor se decidieron en los despachos de Bruselas. Ahora, se agarran a cualquier posibilidad de seguir caminando aunque sea sobre brasas.