Un grave incidente aéreo entre Corea del Sur y Rusia evidenció ayer de nuevo las fuertes tensiones internacionales que perduran en estos momentos en el mundo. Una aeronave rusa de alerta temprana Beriev A-50 violó en dos ocasiones el espacio aéreo surcoreano obligando a cazas de ese país a salir a su encuentro y lanzar más de un centenar de disparos de alerta. Las autoridades de Seúl advirtieron a Moscú tras el incidente, seriamente, de que en el caso de que se repitiera la maniobra, el país asiático tomaría «medidas más contundentes». «Estudiamos de forma seria este incidente», explicó el consejero nacional de Seguridad surcoreano, Chung Eui-yong, a su homólogo ruso, Nikolái Patrushev. «Pido al Consejo de Seguridad de Rusia evaluar la situación y adoptar las medidas necesarias», reclamó el responsable del país asiático. Según Seúl, se trata de la primera ocasión en la historia que un aparato militar ruso entra sin permiso en su espacio aéreo.

Además, la supuesta violación coincidió en el tiempo con la primera patrulla conjunta de larga distancia realizada por las fuerzas aéreas chinas y rusas sobre el mar de Japón, concretamente en la denominada Zona de Identificación Aérea Coreana (Kadiz, por sus siglas en inglés) un área establecida por Seúl alrededor de su espacio aéreo para poder salir al paso de los aviones intrusos que se acercan a su territorio antes de que la violación se haga efectiva. Dos bombardeos estratégicos rusos Túpolev TU-95M5 y dos aparatos chinos Xian H-6 penetraron en la Kadiz, lo que obligó a Seúl a enviar dos cazas F-16 a su encuentro.

LA NEGATIVA DE MOSCÚ / Desde Moscú, las autoridades rusas negaron que ninguno de sus aparatos hubiesen penetrado en el espacio aéreo de Corea del Sur aunque sí confirmaron que sus dos bombardeos realizaron «una patrulla conjunta» con China sobre «aguas neutrales» en el mar de Japón. Moscú, que no reconoce la Kadiz, ni siquiera se ha molestado en mencionar el incidente con el avión de alerta temprana Beriev A-50 y ha aprovechado la ocasión para criticar las «maniobras no profesionales» realizadas por los cazas surcoreanos ante los Tupolev, que «no se comunicaron» con las tripulaciones rusas y «abandonaron» el lugar «tras lanzar bengalas», de acuerdo con un comunicado emitido por Defensa. China, por su parte, se limitó a recordar que sus dos aviones no entraron nunca en el espacio aéreo de nadie y que en esa zona existe libertad de navegación aérea. Al margen de la tensión provocada por el encontronazo ruso-coreano, la materialización de la primera patrulla aérea conjunta de larga distancia entre China y Rusia en la región de Asia-Pacífico provocará a buen seguro grandes dosis de inquietud, no solo a los países vecinos, como Japón y Corea del Sur, sino también a Estados Unidos, que es su principal aliado en esta región.

Moscú lleva ya tiempo intentando forjar lazos miltares más estrechos con Pekín y la maniobra constituye una intensificación en toda regla en la cooperación militar bilateral. La misión pretende «profundizar las relaciones ruso-chinas», al tiempo que perfeccionar «las capacidades» de ambas aviaciones de «llevar a cabo operaciones conjuntas y reforzar la seguridad estratágica global», dijo en una nota el Ministerio de Defensa ruso.