Primero fueron pequeños gestos personales, actos simbólicos de propietarios de armas anónimos, asqueados con la última masacre de inocentes en Florida y los estragos que cada día se perpetran con rifles y pistolas en toda la geografía de Estados Unidos. Gentes como Scott Pappalardo, un vecino del estado de Nueva York con una frase de la Segunda Enmienda tatuada en el brazo desde hace décadas. Pappalardo colgó un vídeo en las redes donde aparecía serrando uno de sus rifles semiautomáticos. «No puedo vivir sabiendo que mis armas podrían cometer un día un acto horrible como el de Florida», decía en la grabación. O como Kevin Rogers, que entregó a la policía las tres armas que tenía legalmente en casa, un ejemplo que emuló Ben Dickmann en Florida.

Es pronto para saber si esta vez será diferente, pero los fabricantes de armas y la Asociación Nacional del Rifle (NRA), el todopoderoso lobi que representa sus intereses, se están enfrentando a una presión inusitada. La sociedad civil ha respondido envalentonada por la valentía de los estudiantes de Parkland, que han denunciado con emotividad el inmovilismo frente a las armas y los vínculos entre la clase política y el dinero de la NRA. Esa sinergia ha dado pie a que también las grandes corporaciones estadounidenses tengan que posicionarse en un debate en el que está en juego su imagen de marca y su responsabilidad social. Y muchas cosas se están moviendo. La cadena de equipamiento deportivo Dick’s Sporting Goods, uno de los mayores minoristas de armas del país, ha anunciado que dejará de vender fusiles de asalto y cargadores de alta capacidad. No solo eso. Independientemente de las leyes de cada estado, solo vendrá armas cortas a los mayores de 21 años.

«Cuando vimos lo que pasó en Parkland nos quedamos muy afectados y dolidos», ha dicho su consejero delegado, Edward Stack, para justificar la medida. «Nos encantan estos niños y su grito de protesta ‘basta ya’ nos ha llegado muy dentro». Esos niños, en realidad adolescentes, regresaron ayer por primera vez al instituto Marjorie Stoneman Douglas, dos semanas después de que el pistolero Nikolas Cruz matara a 14 de sus compañeros y tres profesores.

apoyo / Docenas de policías fuera de servicio llegados de todo el país y vecinos solidarizados con su tragedia les esperaban a las puertas del centro para mostrarles su apoyo. Muchos entraron en el instituto con flores, y dentro, más que reanudar las clases, iniciaron una terapia colectiva para poco a poco poder recobrar una suerte de normalidad.

Sus reclamaciones políticas todavía no se han materializado. El plan para reforzar la seguridad en los colegios y endurecer mínimamente las leyes de armas sigue siendo un proyecto en construcción con un desenlace político incierto. Pero algunas señales son alentadoras. La campaña lanzada en las redes sociales para boicotear a la NRA ha empezado a tomar forma. El banco First National Bank of Omaha ha anunciado que dejará de emitir las tarjetas visa de la NRA. Las aerolíneas Delta y United han terminado los descuentos que ofrecían a sus afiliados. Lo mismo han hecho las cadenas hoteleras Windham y Best Western; empresas de alquiler de coches como Hertz, Budget, Alamo y Enterprise; la aseguradora MetLife, o la tecnológica Symantec.