Los socialdemócratas tienen el viento a favor para regresar a liderar el gobierno en Dinamarca. Aunque los sondeos les pronosticaban un resultado mejor, los de Mette Friedriksen han vuelto a ganar las elecciones legislativas de este miércoles y, según los primeros resultados, obtendrían un 25,3% de los votos, siete décimas menos que en 2015. A pesar del retroceso, la victoria le permitirá a Friedriksen convertirse en la primera ministra más joven de la historia del país.

Eso será posible gracias al viraje del país hacia el centro-izquierda. Los sondeos a pie de urna dan así una mayoría para el conocido como bloque rojo, que contaría con hasta 90 diputados en el Folketing, el Parlamento danés. Además de los socialdemócratas, estos parlamentarios serían de formaciones como la socialista Alianza Rojo-Verde (8,8%), los Socioliberales (8,8%), el Partido Popular Socialista (7,4%) y la ecologista La Alternativa (3,3%). Menos el últimos, los otros partidos han mejorado sustancialmente sus resultados.

Por otro lado, el bloque azul contaría con 75 escaños, insuficientes para que el actual primer ministro Lars Løkke Rasmussen se mantenga en el Ejecutivo. A pesar de sus años al frente del país, el líder de los Liberal-conservadores (Venstre) ha conseguido resistir y mejorar sus resultados del 2015 para obtener un 20,9% de los votos. En el bando conservador el Partido Popular Conservador ha crecido hasta el 5,9% mientras que los Democristianos lo han hecho hasta el 2,3% y la Alianza Liberal se ha desplomado hasta el 3%.

FRAGMENTACIÓN ULTRA

Sin duda alguna, uno de los grandes damnificados de estas elecciones ha sido el ultraderechista Partido Popular Danés (DF). Fundado por grupos neonazis, la formación supo maquillarse, alejarse de los sectores fascistas y explotar la islamofobia para catapultarse en las elecciones de 2015. En plena llegada de los refugiados obtuvo un 21,1% de los votos, una segunda posición que le permitió entrar en el Gobierno.

Aunque desde el Ejecutivo pudo impulsar medidas como la confiscación de bienes a los refugiados e incrementar las penas por delitos cuando son cometidos por inmigrantes, el partido ha sufrido un duro revés y ha caído al 9,8% de los votos, perdiendo la mitad de sus votantes. No obstante, la islamofobia sigue presente en Dinamarca con la irrupción de La Nueva Derecha, una nueva formación radical que pretende expulsar a los inmigrantes pobres y que se ha catapultado al 2% de los votos. A estas horas, otra formación aún más ultra que aboga por prohibir el islam, Línea Dura, se quedaría con un 1,8% que no le permitiría entrar en el parlamento.

¿GOBIERNO EN SOLITARIO?

Crecida por unos sondeos muy favorables, Frederiksen ha reiterado durante la campaña que quiere gobernar en solitario, algo que ahora podrá hacer apoyándose en los partidos de izquierdas para promulgar su agenda social por un lado mientras por el otro lo hace con la derecha y los populistas para restringir aún más las políticas migratorias.

Aún así, la prensa danesa especula sobre la posibilidad de un pacto con Venstre, una Gran Coalición que solo se dio en 1970. Aunque son los dos mayores partidos del centro-izquierda y el centro-derecha un informe del diario Politiken apuntaba que han votado lo mismo en el 90% de los votos registrados durante esta legislatura. Rasmussen aseguró en un libro publicado a mediados de marzo que ve el pacto como una opción real. Esa mayoría no sería suficiente para aprobar medidas que necesitarían del apoyo de otros partidos.

CONTRA LA INMIGRACIÓN

La próxima primera ministra de Dinamarca parece haber nacido para tocar el poder. Política desde los 24 años, en 2005 Friedriksen ya ascendió a vicepresidenta del grupo parlamentario socialdemócrata. Poco antes había trabajado como consultora para el mayor sindicato del país. Desde la cámara baja tejió su liderazgo y entre 2011 y 2014 ejerció como ministra de Trabajo y hasta 2015 pasó a ocupar la cartera de Justicia. En junio de ese año dio el salto definitivo cuando sus correligionarios la eligieron como líder del partido.

A sus 41 años ha sabido impulsar a los socialdemócratas con una doble estrategia que ha girado al partido a la izquierda en lo económico mientras lo ha hecho a la derecha en lo migratorio. A pesar de las críticas, ese giro populista le ha permitido captar votos de ambos espectros, algo que los expertos ven como una estrategia para llegar al poder.