El contencioso que mantienen hace años España y el Reino Unido sobre Gibraltar ha estado lleno de conflictos y acontecimientos, aunque el cruce de agravios entre ambos países no ha parado de crecer desde el referéndum celebrado en junio de 2016 en el que los británicos apoyaron abandonar la UE.

Un cruce de declaraciones que ha alcanzado su punto más alto en los últimos días al conocerse las directrices negociadoras del Consejo Europeo sobre el "brexit" que dan a España una posición más privilegiada frente al Reino Unido en la cuestión de Gibraltar.

Y es que ningún acuerdo entre los Veintisiete y el Reino Unido, una vez que este país abandone el club comunitario, podrá aplicarse en Gibraltar sin un acuerdo entre el Reino Unido y España.

Es decir, Gibraltar queda fuera de las negociaciones del "brexit" y de esa forma la UE otorgará al Gobierno de Mariano Rajoy capacidad de veto en el nuevo marco que Bruselas y Londres negocien.

España se ha mostrado satisfecha con esta posición europea puesto que siempre ha sido la postura del Gobierno: Cualquier acuerdo sobre el Peñón deben discutirlo España y el Reino Unido, y quedar excluido de la negociación del "brexit" entre la UE y ese país.

Conflictos en aguas limítrofes con Gibraltar han generado un clima de malestar que se ha visto intensificado después de que el pasado 29 de marzo se activara el "brexit" de manera oficial.

La primera ministra británica, Theresa May, trasladó al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, que no negociará la soberanía de Gibraltar "sin el consentimiento de su pueblo".

Las declaraciones de políticos británicos en ese mismo sentido se han sucedido en los últimos días, aunque el tono subió cuando el antiguo líder conservador Michael Howard avivó la polémica al afirmar que el Reino Unido estaría dispuesto a defender por la fuerza Gibraltar, como hizo con las islas Malvinas en 1982.

La respuesta de España no se hizo esperar. El ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, dijo que "alguien en Reino Unido está perdiendo los nervios" en relación a Gibraltar y que "la tradicional flema británica brilla por su ausencia" en este caso.

No obstante, el Gobierno británico descartó rápidamente un hipotético uso de la fuerza militar en Gibraltar para defender el Peñón, como habían sugerido algunas voces conservadoras.

Ni la primera visita de un ministro español a Gibraltar en 300 años, las reuniones del ya muerto Foro Tripartito, las protestas por el Tireless, las largas colas de vehículos en la Verja a causa de los controles que España realiza o los conflictos con la pesca alcanzaron el nivel de intercambio de reproches de ahora.

En agosto de 1704 el Peñón y la Plaza gibraltareños fueron ocupados por las tropas británicas del almirante George Rooke, durante la Guerra de Sucesión española.

Años después, el 13 de julio de 1713, el Peñón fue cedido al Reino Unido mediante el Tratado de Utrecht, del que este año se cumplen 304 años.

Gibraltar ha sido objeto de disputa diplomática entre España y el Reino Unido desde 1940, cuando el régimen del general Francisco Franco inició sus reclamaciones, unas reivindicaciones españolas que siempre han sido apoyadas por Naciones Unidas.

Fue el 26 de junio de 2002 cuando los entonces ministros de Asuntos Exteriores de España, Josep Piqué, y del Reino Unido, Jack Straw, hablaron de este litigio y desde entonces el parón en la búsqueda de soluciones ha sido la tónica predominante.

Hasta ahora con la llegada del "brexit" y el futuro incierto del Peñón una vez que el Reino Unido abandone la UE.

El control de las aguas que rodean Gibraltar es el punto más conflictivo del contencioso que mantiene España con Reino Unido sobre la Roca, que se manifiesta en tres áreas: la pesca, el medio ambiente y la lucha contra el contrabando y el narcotráfico.

España no reconoce ningún derecho a Gibraltar sobre esas aguas y considera que su vigilancia y control le compete, ya que el Tratado de Utrecht cede a la Corona británica la ciudad y el castillo de Gibraltar, junto con su puerto, defensas y fortalezas, pero no las aguas territoriales, el espacio aéreo suprayacente y el istmo.

Frente a esta postura, Gibraltar reivindica su derecho a controlar sus aguas territoriales.