No pasarán. Al menos, por el momento. La caravana de inmigrantes centroamericanos que ha atravesado México en el último mes para dar visibilidad a la violencia y la corrupción que reina en sus países, así como para reclamar el derecho al asilo en terceros estados, se dio de bruces con la frontera estadounidense en el paso que franquea la entrada desde la Tijuana mexicana a San Diego.

Las autoridades estadounidenses negaron el acceso a los primeros 50 inmigrantes que pretendían solicitar asilo en el cruce fronterizo con el argumento de que no tienen personal suficiente para tramitar nuevas solicitudes en estos momentos. La decisión deja en el aire el pulso que mantiene la Administración de Donald Trump con los restos de la caravana que partió de Honduras hace más de un mes.

Al llegar a Tijuana, separada de San Diego por la valla fronteriza y las aguas encabritadas del Pacífico, algunos de los inmigrantes y de los activistas que les acompañan escalaron la valla en un gesto simbólico para escenificar sus reclamaciones. Desde lo alto, y sin dar el salto al otro lado, ondearon banderas hondureñas y saludaron a los simpatizantes que acudieron a apoyarles desde el otro lado.

«Somos inmigrantes, no somos criminales», cantaron unos y otros según diversos medios. De los cerca de 1.500 que comenzaron la marcha en el sur de México hace más de un mes quedan solo alrededor de 150. El resto optó por regresar a sus países de origen o pidió asilo en México, consciente de la hostilidad hacia los inmigrantes de la Casa Blanca.

Fue precisamente el presidente Donald Trump quien dio notoriedad a la caravana, amplificada desde medios afines como Fox News, que la presentaron como una avalancha de ilegales dispuestos a reventar la frontera. «No vamos a dejar entrar en nuestro país estas grandes caravanas de gente», tuiteó el presidente la semana pasada. «Si no aseguramos la frontera, tendremos que cerrar el país», insistió el sábado durante un mitin en Michigan.

Los organizadores de la marcha, sin embargo, se están cuidando para ajustarse al marco legal. La ley estadounidense ampara el derecho de asilo para aquellos que puedan demostrar que persecución por motivos políticos, de raza, religión o nacionalidad. De ahí que los representantes legales de los inmigrantes hayan seleccionado a un primer grupo de 50 personas con las historias más palmarias de acoso y persecución. Desde madres con niños que han tenido que huir después de que las maras mataran a algunos de sus parientes; o personas transgénero amenazadas por su orientación sexual o menores intimidados por las pandillas criminales que imponen el terror en Centroamérica.

Su plan pasa por solicitar asilo en cuanto las autoridades estadounidenses les den una oportunidad para ser recibidos, a pesar de que muchos se exponen a ser separados de sus seres queridos mientras se producen las entrevistas y son internados temporalmente en centros de detención. Por el momento han sido recibidos con un portazo. «En este momento hemos colmado nuestra capacidad en el puerto de entrada de San Ysidro», aseguró en un comunicado la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza. Los inmigrantes han respondido acampando frente al paso aduanero de San Ysidro y no tienen por el momento intención de marcharse antes de que las autoridades escuchen sus casos.