Protagonista del escándalo que ha desatado la primera crisis política del mandato de Emmanuel Macron, Alexandre Benalla no ha perdido la oportunidad de dar a conocer su versión. En una larga entrevista concedida al diario Le Monde, el polémico guardaespaldas evoca un ajuste de cuentas cuyo principal objetivo sería «atacar al presidente de la República».

«Los hechos [su contestada intervención en una manifestación del Primero de Mayo] los asumo, no formo parte de la teoría del complot, es la realidad. Sobre lo que sucedió después, soy mucho más reservado. La primera voluntad era atacar al presidente (…), eso es seguro». Benalla se refiere así a la publicación del vídeo, por Le Monde, donde aparece golpeando a un manifestante, portando distintivos policiales. Tales revelaciones han desencadenado una investigación judicial y una administrativa, la creación de una comisión de investigación en la Asamblea Nacional y su propio despido como responsable de seguridad de los desplazamientos de Macron.

Quien fuera el guardaespaldas de confianza del presidente, ahora acusado de actos de violencia y usurpación de funciones, estima que las personas que divulgaron las imágenes, con su correspondiente identificación, «son de un nivel importante», señalando vagamente al gabinete del ministro del Interior.

Según Benalla, él no sería más que «el eslabón más débil», un «punto de entrada para alcanzar» al presidente, en un contexto donde ciertas personas «no soportan que pertenezcas al club». Un club que le habría proporcionado numerosos privilegios: un apartamento a cargo del Elíseo, un coche oficial, una acreditación de alto rango para acceder a la Asamblea Nacional, o un sueldo estimado por los medios franceses en 10.000 euros al mes.

Estas prerrogativas, desconocidas por el gran público antes de que saltase el escándalo, se encuentran ahora en el centro de la investigación abierta por la Cámara Baja.