Hong Kong respira una inusual calma en las vísperas de unas elecciones municipales que medirán la fuerza del movimiento autodenominado prodemocrático. El Gobierno local ha amenazado con posponerlas si el bando contrario perseveraba en su vandalismo. Una pelea ayer en el distrito Central ha subrayado la polarización social que padece la excolonia británica cuando camina hacia su sexto mes de convulsiones. Un grupo de antigubernamentales se enfrentó a una cincuentena de vecinos que portaban pancartas en defensa de la policía y le dedicó los habituales lemas a gritos de Marchaos a China. Solo el cordón policial impidió que acabaran a palos.

La temperatura explica el extraordinario despliegue de fuerzas de seguridad para unos comicios que nunca generaron pasión en la excolonia. La práctica totalidad de los 31.000 agentes hongkoneses serán repartidos entre las 600 mesas electorales para asegurar que la población ejerza su derecho de voto.

El bando antigubernamental confía en arrebatar el poder en los consejos del distrito a las fuerzas prochinas por primera vez aprovechando el resentimiento hacia el Ejecutivo de Carrie Lam y la policía. La victoria tendría un valor más moral que efectivo.