Omar al Bashir se convirtió ayer en el segundo presidente africano en ser depuesto de su cargo en menos de diez días. El ya exmandatario sudanés fue destituido por el ejército, como sucedió el pasado 2 de abril con el entonces presidente argelino Abdelatif Buteflika. En ambos casos, la presión popular en las calles ha sido un factor determinante en el destino final de los dos exjefes de Estado. El cese de Al Bashir, en el poder desde hace 30 años, lo anunció por la televisión estatal el ministro de Defensa, Awad Ibn Ouf, que explicó que Al Bashir permanecía detenido «en un lugar seguro». A partir de ahora, un consejo militar dirigirá el país durante un periodo de dos años. Después se celebrarán elecciones.

Ibn Ouf notificó también la implantación del estado de emergencia durante tres meses, la suspensión de la Constitución, además del cierre del espacio aéreo durante 24 horas y de los pasos fronterizos hasta nuevo aviso. El cuerpo de la Seguridad Nacional de Sudán anunció la liberación de «todos» los presos políticos del país africano.

El anuncio del cese tuvo lugar después de que en los últimos días miles de personas protagonizaran una sentada frente al Ministerio de Defensa exigiendo la renuncia del presidente. La primera protesta se produjo el pasado 19 de diciembre en contra del alza del precio del pan, la escasez de combustible y la crisis económica que atraviesa el país africano. Al Bashir, exparacaidista del ejército, llegó al poder a través de un golpe de Estado en 1989. Su liderazgo autoritario ha coartado durante todos estos años las libertades de la población, duramente silenciada.