Estados Unidos ha notificado a Naciones Unidas su intención de abandonar el pacto global por la inmigración adoptado hace poco más de un año por 193 países para aportar una respuesta más humana a los millones de personas desplazadas de sus países por la pobreza, la violencia y las catástrofes naturales. La embajadora estadounidense ante la ONU, Nikki Haley, ha afirmado que la llamada Declaración de Nueva York sobre los Refugiados y los Inmigrantes socava la soberanía nacional de su país y contradice las políticas de la Administración de Donald Trump, que ha hecho de las restricciones en inmigración y del cupo de refugiados uno de los pilares de su presidencia. Esta decisión tendrá más consecuencias simbólicas que prácticas porque el pacto carecía de carácter vinculante.

De lo que no hay duda es que con Trump en la Casa Blanca, EEUU ha renunciado a ejercer el liderazgo mundial en los foros internacionales, un repliegue que recuerda al que se produjo durante el mandato de George W. Bush. El pasado mes de noviembre, Washington ya anunció su salida de la Unesco, la agencia de la ONU dedicada a proteger el patrimonio cultural y a promover la educación y la ciencia, en protesta por su supuesta hostilidad hacia Israel. Pocos meses antes había renunciado a cumplir con los compromisos adoptados por Barack Obama en la Cumbre del Clima de París, un pacto global también auspiciado por la ONU para reducir las emisiones de gases contaminantes.

"Nuestras decisiones en política migratoria deben tomarlas siempre los estadounidenses y únicamente los estadounidenses", afirma Haley en la carta enviada al secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres. "Nosotros decidiremos cómo controlar mejor nuestras fronteras y a quién se permitirá entrar en nuestro país", añade.

Apoyo entusiasta de Obama

La Declaración de Nueva York fue adoptada por la Asamblea General en forma de resolución no vinculante en septiembre de 2016, por entonces con el apoyo entusiasta de la Administración Obama. El texto promueve la cooperación internacional en el control de las fronteras, fija parámetros para ayudar a los inmigrantes y los refugiados a integrarse en sus países de acogida y se compromete a proteger las rutas migratorias para salvaguardar la seguridad y los derechos de los desplazados. En realidad, no es más que una larga lista de buenas intenciones, que no obstante, ha servido para que varios países enmienden su legislación o que organizaciones como el Banco Mundial aumenten sus contribuciones para paliar las penalidades de la odisea migratoria.

Pero en la Casa Blanca, donde manda una Administración recelosa del multilateralismo y las respuestas coordinadas a los problemas globales, se ha interpretado como una intromisión en sus asuntos internos. "El planteamiento global de la Declaración de Nueva York simplemente no es compatible con la soberanía estadounidense", ha dicho Nikki Haley.