El presidente de EEUU, Donald Trump, parece dispuesto a abrir a gran escala la guerra comercial con China. En un nuevo episodio de actitud amenazadora, advirtió ayer que, si «China aumenta una vez más sus aranceles», EEUU «responderá con aranceles adicionales sobre otros 200.000 millones de dólares en bienes». El líder estadounidense ya impuso la semana pasada unas tasas del 25% a productos chinos por valor de 50.000 millones. Pekín no tardó ayer en responder y dijo que aplicará medidas «cuantitativas y cualitativas» contra EEUU. Es la fórmula para aclararle a Trump que no se rendirán. El Ministerio de Comercio acusó a Washington de practicar una «presión extrema y chantaje» que atenta contra las negociaciones bilaterales.

La confianza de Trump en la victoria descansa en una aparente lógica: las exportaciones de EEUU hacia China cuadriplican a las inversas así que Pekín se quedará pronto sin munición en una guerra de aranceles. Pero China dispone de medidas para castigar a EEUU, como desaconsejar el turismo o la compra de productos estadounidenses a una población muy sensible a los discursos nacionalistas. Y aún le quedaría la bomba de la deuda pública. Pekín concentra la quinta parte de los bonos del Tesoro estadounidense.