El giro a la derecha en América Latina ha servido para resituar a Estados Unidos como referente de la región tras muchos años de desconfianza o abierta hostilidad hacia el gigante norteamericano por el recuerdo traumático de su intervencionismo en el continente. El nuevo realineamiento se escenificó ayer en Washington con la ristra de piropos que se intercambiaron Donald Trump y el brasileño Jair Bolsonaro, los líderes de las dos principales economías del continente, abanderados de un nacionalismo de corte populista que ha puesto en jaque los principios democráticos.

Durante su comparecencia en la Casa Blanca, ambos exhibieron su sintonía pero también diferencias, como las reticencias brasileñas a participar en una eventual intervención armada en Venezuela. La admiración de Bolsonaro por Trump es de sobras conocida. No en vano, se le conoce como el Trump de los Trópicos, una afinidad que se ha traducido en un marcado giro en la política exterior brasileña tras los sucesivos gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), simbolizado en la elección de EEUU como su primer destino internacional. «Brasil tiene hoy un presidente que no es antiamericano, lo cual no tiene precedentes en las últimas décadas», dijo el líder brasileño.

COMPENETRACIÓN / Bolsonaro afirmó que comparte con Trump su rechazo a las «ideologías de género», la «corrección política» y «las noticias falsas», el latiguillo que utilizan ambos para censurar a sus críticos. «Con los norteamericanos compartimos una forma de vida tradicional: la familia, la fe en Dios y la lucha contra las noticias falsas», dijo Bolsonaro. Habría que añadir también la tendencia de ambos a gobernar a golpe de 140 caracteres. Trump parece dispuesto a premiar esa lealtad, que ha sido recibida como agua de mayo en la Casa Blanca. «La relación EEUU-Brasil ha sido siempre de gran potencial, un potencial que no ha llegado a cumplirse. Esta vez es diferente», dijo la víspera un alto cargo de la Administración estadounidense. Trump agregó que está dispuesto a apoyar los esfuerzos brasileños para entrar en la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) e incluso a plantear su entrada en la OTAN. «Las relaciones entre ambos países son hoy mejor que nunca», celebró al recibir a Bolsonaro en el Despacho Oval, donde intercambiaron camisetas de sus selecciones de fútbol.

REUNIÓN BILATERAL / Ambos países han liderado las maniobras internacionales para apartar del poder a Nicolás Maduro en Venezuela, uno de los principales asuntos abordados en la reunión bilateral. Los dos países persiguen el mismo objetivo, aunque Bolsonaro sugirió la víspera en una entrevista a Fox News que su país no participará militarmente en una hipotética intervención en el país caribeño. Aunque sus esfuerzos han resultado hasta ahora infructuosos, Trump insistió en que «todas las opciones están sobre la mesa» e instó nuevamente a los militares venezolanos a abandonar al chavismo. «Espero que las cosas cambien en algún momento. Todavía no hemos impuesto las sanciones más duras. Todas las opciones siguen abiertas», afirmó el estadounidense.

La visita iniciada el domingo por Bolsonaro ha dejado hasta el momento dos acuerdos concretos. Uno de ellos permitirá a EEUU utilizar la base aeroespacial brasileña de Alcántara para lanzar sus satélites al espacio. Su cercanía al ecuador le servirá para ahorrarse mucho dinero en combustible. Paralelamente, Brasil dejará de exigir visados a los turistas estadounidenses, un legado de las tensas relaciones con los gobiernos del PT, que se agravaron cuando se descubrió que el Agencia Nacional de Seguridad (NSA) estadounidense había espiado a la presidenta Dilma Rouseff. Bolsonaro cenó el domingo en Washington en la residencia de su embajador junto a Steven Bannon, el ideólogo del trumpismo, y a Olavo de Carvalho, figura clave en el ascenso del populista brasileño. Ambos comparten el desprecio hacia las instituciones internacionales, los inmigrantes, el «marxismo cultural» o el islam.