En días decisivos para el futuro del brexit y con las elecciones generales anticipadas apuntando en el horizonte, la más importante fuerza de la oposición se consume en una guerra civil autodestructiva. Las luchas internas han estallado a plena luz en el caótico comienzo de la conferencia anual del Partido Laborista en Brighton, que concluirá el miércoles.

Lo que debía ser la gran misa de la unidad y el canto del todos a una contra el Partido Conservador se ha convertido en un enfrentamiento entre diferentes facciones. La disputa con Jeremy Corbyn sobre la posición oficial con respecto al brexit y los intentos de acallar a militantes e importantes figuras del laborismo, que abogan por la permanencia, ha provocado tensión y enfrentamientos.

Primero ha sido la intentona fallida de los seguidores de Corbyn de derrocar al número dos de la formación, Tom Watson, un proeuropeo. La ola de protestas por la maniobra, incluidas las de dos antiguos líderes, Tony Blair y Ed Milliband, y dos de los tres grandes sindicatos afiliados al laborismo, ha frenado el golpe, tachado de ataque sectario. Hemos empezado mal la conferencia, ha comentado Watson al llegar Brighton, al tiempo que pedía unidad. Ha sido muy triste. Se supone que estamos aquí esta semana para combatir a Boris Johnson.

NUEVO ACUERDO

Más tarde Corbyn y el Comité Nacional Ejecutivo (NEC), el órgano central de poder, han propuesto aplazar el debate sobre la posición del partido respecto al brexit. El bloqueo ha provocado una manifestación de protesta de militantes y dirigentes. Los ministros en la sombra, Emily Thomberry de Exteriores, Keir Starmer para el brexit y el secretario del Tesoro, Clive Lewis, además de Watson, han retado públicamente al líder laborista, declarándose a favor de la permanencia.

Corbyn se dice neutral sobre la salida de Europa. Su propuesta es que, si los laboristas ganan las elecciones, su gobierno negociará con la Unión Europea, en el plazo de tres meses, un nuevo acuerdo para el brexit, manteniendo al Reino Unido en la unión aduanera y estrechamente vinculado al mercado interior, antes de convocar un segundo referéndum.

En esa consulta se ofrecerá la opción de aprobar el nuevo acuerdo de salida o la permanencia. Acusado de ambigüedad y a pesar de que la mayoría de los militantes laboristas quieren permanecer en Europa, Corbyn, un antieuropeo mal disimulado, insiste en que hay que respetar el resultado del referéndum del 2016.

Los laboristas temen que la falta de claridad sobre el brexit les cueste las elecciones generales. Una fuga de votos en favor de los liberal demócratas, con una posición radical y clara, a favor de la permanencia y de la anulación incluso del Artículo 50. En el último sondeo de Opinium para el dominical 'The Observer', el partido de Corbyn (22%) se halla 15 puntos por detrás de los conservadores (37%), una distancia aún más reveladora teniendo en cuenta el calamitoso debut de Johnson como primer ministro. Los liberales están en el 17% y el Partido del brexit el 12%.

VOTO TÁCTICO

Otro sondeo de YouGov publicado el miércoles coloca por primera vez a los liberales (23%) por delante de los laboristas (21%) insistiendo en la victoria de los conservadores (32%). La situación es, sin embargo, impredecible y volátil. La mitad de los votantes laboristas y más de la mitad de los verdes afirman que votarán tácticamente en favor de los liberales, si esa es la mejor opción para vencer a Johnson y a los 'tories".

La falta de fe en la victoria de Corbyn estaría detrás de la renuncia de uno de sus más importantes asesores, Andrew Fisher, que ideó la estrategia de la campaña electoral en el 2017. Fisher denunció en su nota de dimisión al equipo del líder laborista por la falta de profesionalismo, competencia y decencia humana con lo que no puedo ni quiero lidiar cada día. Fisher dejará el cargo a finales de año.