«Estoy harta. Los políticos dicen una cosa hoy y mañana dicen otra. Llevamos así dos años. Vamos a esperar, pero soy escéptica», dice Mary, una chica que trabaja en una cafetería del sur de Belfast, un barrio donde residen tanto católicos como protestantes. El borrador del acuerdo entre Londres y Bruselas sobre el brexit mantiene la incertidumbre en Irlanda del Norte, no solo entre los unionistas, la mayoría de ellos partidarios de irse de la UE, sino también entre los que prefieren quedarse, como Mary.

En el referéndum de hace dos años, el 56% de los votantes de esta región del Reino Unido votaron contra el brexit. El apoyo a permanecer fue mayoritario sobre todo en los condados cercanos a la frontera, hoy invisible, que divide Irlanda del Norte y la República de Irlanda, una línea irregular y serpenteante de 499 kilómetros que atraviesa ríos, campos, poblaciones e, incluso, casas.

Los unionistas del Partido Democrático del Ulster (DUP, por sus siglas en inglés) mantienen su pulso a la primera ministra británica, la conservadora Theresa May, y no están dispuestos a ceder ni un milímetro.

Violencia

Cualquier desconexión con Londres, por pequeña que ésta sea, les parece peligrosa. Han mostrado ya sus reticencias al acuerdo de May porque creen que amenaza con «socavar la unidad económica y constitucional del Reino Unido». El Partido Conservador no tiene mayoría en el Parlamento y el Gobierno de May depende del apoyo de los unionistas norirlandeses, que ocupan 10 escaños en Westminster.

Pero una cosa es la postura de los políticos de la DUP y otra muy diferente lo que opinan muchos habitantes unionistas de los pueblos fronterizos. La posibilidad de que la línea divisoria entre territorios vuelva a ser visible, y se restablezcan controles militares y un estricto sistema de aduanas, la llamada aquí frontera dura, genera un gran temor entre la población de estos condados por la posibilidad de que vuelva la violencia al territorio.

Optimismo

«Soy unionista y votante de la DUP pero voté por permanecer en la UE», explica David Crockett, un granjero de la localidad de Bridgend. A pesar de que considera el acuerdo un avance, Brian, un católico de Belfast contrario a abandonar la UE, no es optimista. «El brexit se vendió con mentiras y a pesar de los 20 años de paz subyace mucha tensión entre católicos y protestantes», afirma. «El brexit va a causar más división e inseguridad», añade.

Seamus, un taxista de Belfast que vive en Falls Road, el barrio obrero católico conocido por ser muy combativo durante los Troubles (los años de violencia sectaria desde 1969 a 1998), conduce por la ciudad con la radio a bajo volumen, indiferente a las noticias sobre el brexit. «No sé nada del acuerdo ni me importa», afirma este ciudadano irlandés. «Solo sé que los británicos deberían irse de Irlanda. Si al final deciden levantar una frontera dura, peor para ellos, les costará mucho dinero mantenerla», añade con cierta ironía.

Menos beligerante se muestra Ursula Duddy, una periodista local de la ciudad de Derry (para los nacionalistas) o Londonderry (para los unionistas). «Toda medida que evite cualquier tipo de frontera, ya sea terrestre o marítima, es buena para nosotros», señala.

Para los ciudadanos norirlandeses como Duddy que aspiran a una Irlanda unida, independiente del Reino Unido, estos años de paz han supuesto un gran cambio. La desaparición de la frontera les ha liberado de muchos miedos, pero, sobre todo, les ha permitido sentirse irlandeses pese a vivir en territorio británico.

El proceso de reconciliación entre las dos comunidades está dando buenos resultados. Sin embargo, no son pocos los que responsabilizan al brexit de que se vuelva a usar el «nosotros y ellos».