El chavismo encontró una doble razón para festejar su victoria en las elecciones regionales: además de conquistar 18 de las 22 gobernaciones observa complacido el espectáculo de las peleas sin retorno en la oposición. La Mesa de Unidad Democrática (MUD), que había ganado las legislativas del 2015, domina el parlamento y se ofrecía a la sociedad como la alternativa confiable al Gobierno, no solo perdió dos millones de votos el pasado 15 de octubre: se astilla en varias partes de manera irremediable y con acusaciones cruzadas entre sus dirigentes.

El exgobernador del estado Miranda, Henrique Capriles Radonski, decidió abandonar la coalición de centro derecha hasta que salga el expresidente del Congreso, el socialdemócrata Henry Ramos Allup. Capriles pegó el portazo después que los cuatro gobernadores electos por la oposición, y que pertenecen a Acción Democrática, el partido de Ramos Allup, decidieran juramentarse ante la Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Capriles acusó a su excompañero de ruta de “traición”. “No venga Ramos Allup a lavarse las manos. En Acción Democrática no se mueve un lápiz sin que ese señor autorice que se mueva”, protestó el excandidato presidencial en dos oportunidades. “Cuando se está enfermo hay que operar y sacar el tumor. En la Unidad hay que hacer lo propio”, diagnosticó y pidió refundar la alianza opositora.

Ramos Allup no se demoró en salir a responderle y ejercer su defensa. El legislador dijo que los gobernadores electos por su partido desobedecieron la orden de Acción Democrática de negarse a aceptar la autoridad de la ANC. Por lo tanto, señaló, se han “autoexcluido” de la agrupación. Para Ramos Allup es “inapropiado” que las figuras de la MUD empiecen a “dispararse entre ellos” en medio de la crisis política y económica que atraviesa Venezuela.

Retomar la protesta

Los problemas de la coalición exceden a estas dos figuras. Voluntad Popular (VP), el partido que promovió con mayor insistencia la protesta callejera que entre abril y julio provocó más de 120 muertos y miles de detenidos, anunció que no participará en los comicios municipales, sin fecha definida, porque “dejó de creer en la vía del voto”. Su principal portavoz, Freddy Guevara, aseguró que “no estamos dispuestos a acompañar” una nueva incursión electoral de la MUD. “Hay que hacer un nuevo pacto, en el que no solo cuatro partidos decidamos. No hay que pretender seguir la misma ruta para obtener resultados distintos”.

Hasta el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), el uruguayo Luis Almagro, intervino duramente en la controversia y acusó a la MUD de haber avalado el “fraude” electoral con su participación. “No tiene reflejos democráticos como para proteger los derechos de la gente, en ese caso, el voto”, sentenció.

Desconcierto general

Los resultados del pasado 15 de octubre provocan todavía desconcierto dentro y fuera de la maltrecha alianza opositora. Para el analista y encuestador Luis Vicente León, los números que arrojaron las urnas “no tienen nada que ver con el mapa de preferencias políticas de los venezolanos”. No se trata sólo de los sondeos, “que en forma unánime muestran una población que rechaza la gestión del Gobierno”.

Se trata, a su criterio, de la relación entre cómo se percibe la crisis y la evaluación de gestión. “Esa relación inversa es demoledora en todas partes del mundo y no es distinta aquí. Con una crisis de esta magnitud, la posibilidad de que el Gobierno sea popular es nula”. Para León el chavismo ganó por su “uso abierto de recursos públicos”, el “control de medios”, la prohibición de las sustituciones de candidatos, la “movilización arbitraria de electores y mesas de votación” y el “control absoluto de la institucionalidad electoral, que no responde a la Constitución sino a la revolución”. El Gobierno está convencido de lo contrario: Nicolás Maduro ha dicho que se ha dado un “golpe de timón” que le ha permitido encauzar el proceso. Y que la MUD todavía no sale de su perplejidad.