Sin referencias sobre la identidad de su origen, México ha visto alumbrarse una campaña que alerta del supuesto peligro que representa un triunfo del candidato progresista Andrés Manuel López Obrador. Aparece lo mismo en audios que en videos, en los que se sostiene que una victoria de este político comportaría fuga de capitales, protestas, cierre del Congreso, represión, auge del crimen, intervención militar, fin del cine y del fútbol, ruptura de las familias y revolución rural, e incluso que las familias urbanas deban dejar sus casas.

Los grandes grupos empresariales han intensificado sus ataques y advierten a sus trabajadores de que sus empleos estarán en peligro. Enfilando el último mes antes de las elecciones, los candidatos adversarios han relanzado sus campañas para atacar el gran activo del rival: su honestidad.

Esta pasada semana, una encuesta del diario Reforma confirmaba la percepción de que, contra todo pronóstico, AMLO, como se le conoce, ha vuelto a romper sus registros anteriores para alcanzar un 52% de respaldo. La cifra supone 4 puntos por encima del sondeo del mes anterior y el doble del apoyo que cosecha su más cercano competidor, Ricardo Anaya.

Cambio de tendencia / «Los dirigentes del PRI y los del PAN ya se turnaron en el poder y solo se han aprovechado de la gente. México cae y cae», es la explicación que María José Méndez Alegre, comerciante del norteño estado de Sonora, le encuentra al fenómeno. Los estados septentrionales, vecinos a Estados Unidos, han sido siempre bastiones contra la izquierda, con los que se ha logrado neutralizar sus mayorías en el sur. No obstante, encuestas recientes indican que, por primera vez, también ahí López Obrador va a la cabeza.

«En el 2006 y el 2012 [ocasiones en las que AMLO también fue candidato presidencial], a los adversarios de López Obrador les funcionó la campaña Peligro para México para que parte de la gente desconfiara en él», dice Mauricio Goicochea Vázquez, dueño de una tienda de muebles en la colonia Roma de la Ciudad de México. «Pero mira lo que hicieron sus adversarios: destrozaron la economía, hundieron al país en la violencia, estamos en el desprestigio internacional… ¿quién era el peligro para México?», añade.

«Los indicadores muestran que estamos en los mejores niveles de nuestra historia», reiteraba el presidente, Enrique Peña Nieto, el 23 de mayo, como ha venido insistiendo durante meses. No es el caso, de entrada, de sus propios indicadores, los peores para un mandatario mexicano desde que se registran las mediciones de popularidad: solo el 13% considera que su gestión es buena.

Al principio de los seis años de mandato, Peña Nieto logró concitar el apoyo de los mayores partidos políticos ante una serie de «reformas estructurales» que acompañó con promesas destinadas al ciudadano de a pie, como que se reducirían los precios de los combustibles. Pero la realidad es que todos han subido, como la gasolina, que en enero acumulaba un alza de 59% desde que la actual Administración asumiera el poder. Igualmente, la economía ha crecido a un ritmo menor de la mitad del 6% anunciado por el presidente, con un 2,5% anual.

Pero por encima de las dificultades económicas, lo que más angustia a los ciudadanos es la inseguridad, que se ha extendido desde las zonas rojas habituales para alcanzar otras consideradas mejor protegidas tradicionalmente, como la capital de la República, que solo el martes registró once homicidios.