La Cuba actual no tiene nada que ver con la anterior, en concreto con la que yo mismo visité en agosto de 1989, hace 30 años. No lo es porque han pasado ya casi tres años de la muerte de Fidel Castro, y ha pasado más de un año de la dimisión de su hermano Raúl como su sucesor. Ahora quien preside el país ya no es ningún miembro de la vieja guardia guerrillera que se hizo con el poder el 1 de enero de 1959 sino Miguel Díaz-Canel, nacido en 1960. No obstante, quien sigue detentando gran parte del poder político es Raúl Castro, que, con 88 años, se mantiene todavía como secretario general del todopoderoso Partido Comunista de Cuba (PCC), el único partido político legal en el país.

Más allá de este relevo generacional, por otra parte inevitable tras el dominio absoluto ejercido en estos últimos 60 años por la cúpula integrada por los hoy escasos y ya ancianos comandantes de Sierra Maestra, hay otros cambios sustanciales: la caída y desaparición de la Unión Soviética y su bloque, sin cuya ayuda económica Castro no hubiese podido mantenerse en el poder, y la persistencia de una crisis económica y social que ha provocado la irrupción en Cuba de una nueva clase social: los 'cuentapropistas'.

Esta clase social emergente, cada día más numerosa y potente son ya más de 600.000 personas, el 13% del conjunto de la población laboral está formada por los trabajadores por cuenta propia, ahora legales. Muchos son médicos, abogados, ingenieros, profesores o antiguos funcionarios que se han convertido en conductores y taxistas privados, trabajadores domésticos, dueños de pequeños locales comerciales, restaurantes o paladares, bares, peluquerías, arrendadores de habitaciones en sus casas, fontaneros, electricistas, carpinteros, albañiles Su clientela no son solo los turistas sino muchos de los extranjeros residentes en Cuba, y cada vez más también otros 'cuentapropistas'.

EL CUENTAPROPISMO

El Estado no puede hacerlo todo; no debe hacerlo todo; no sabe hacerlo todo. Me lo decía un empleado del mítico Hotel Nacional de La Habana al despedirme, después de un mes de mi estancia en su país. Esta conclusión, tan simple y evidente, está en el origen del 'cuentapropismo' como nueva realidad política y social de Cuba. Al igual que gran parte de los edificios centenarios del Malecón o de La Habana Vieja con la ciudad a punto de celebrar los 500 años de su fundación, el viejo sueño del castrismo se cae a pedazos.

Todo es mentira, me dijo un cubano que nació con la Revolución, exmilitante del PCC y exmilitar con misiones antimperialistas en Angola y Etiopía, convertido en 'cuentrapropista' para poder sobrevivir, algo que le sería imposible con su pensión de jubilación, de cerca de 15 euros al mes. Crítico con la realidad de su país porque la conoce bien y la sufre, destaca que ha habido y aún hay en Cuba logros sociales, sobre todo en los servicios públicos de salud y educación, en seguridad ciudadana, incluso en empleo y vivienda. Pero es cierto: en Cuba, hoy todo es mentira.

Existe un gran abismo generacional. Cada día son menos los cubanos nacidos antes de la llegada de Fidel al poder, e incluso entre estos son ahora mayoría los críticos con la Revolución. De forma más o menos matizada, la exigencia de cambios importantes es ampliamente mayoritaria. Cambios políticos, sí, pero sobre todo económicos y sociales. Porque, más allá incluso de este abismo generacional, en Cuba está latente un grave conflicto de clases.

¿Cómo y hasta cuándo será posible mantener la mentira de una economía basada en la coexistencia en un mismo país de dos monedas, el 'cup' o peso cubano, y el 'cuc' o peso convertible, con un valor oficial de cambio que no tiene nada que ver con la realidad? ¿Cómo y hasta cuándo el Estado podrá mantener empleado al 75% de los cubanos? ¿Cómo y hasta cuándo podrá coexistir esta gran mayoría social con los 'cuentapropistas', cada vez más numerosos? Porque los 'cuentapropistas' son los únicos cubanos que tienen acceso al peso convertible y son una clase media emergente, con creciente capacidad de consumo, a diferencia del resto de los cubanos.

¿Cómo y hasta cuándo un cambio económico tan importante como este será compatible con unos salarios de miseria que, tras el incremento del pasado mes de julio, reciben los cubanos empleados o pensionados por el Estado: el más común, de entre 11 y 16 euros al mes, hasta llegar al tope máximo de 120 euros?

ENSOÑACIÓN REVOLUCIONARIA

Díaz-Canel, comunista fiel a los Castro y a la cada día más menguada vieja guardia del PCC, se enfrenta a un reto muy difícil. La ensoñación revolucionaria del castrismo, con toda su retórica de un igualitarismo extremo basada en una supuesta moral revolucionaria y solidaria, no da ya más de sí. Incluso la Venezuela bolivariana no puede ayudar a Cuba a causa de sus propios problemas. Mientras Donald Trump, tan cercano a las posiciones más radicales del exilio cubano en Miami y que equipara a Cuba con Corea del Norte, Irán o Venezuela, ansía poder hacer realidad lo que en 1898 le propuso un enviado del presidente William McKinley a la reina María Cristina: la compra de Cuba por Estados Unidos. Ahora, tal vez gratis.