Hasta hace unas semanas era difícil no poner en el futuro de Andrew Cuomo un intento de llegar a la presidencia de Estados Unidos; ahora cuesta verle manteniendo siquiera el poder en Albany. Tres mujeres, la última el lunes, han acusado al gobernador demócrata de Nueva York de acoso sexual y conducta inapropiada. Las disculpas que en realidad no lo han sido casi han servido más de combustible para incendiar los ánimos. Y la fiscal general de Nueva York ha conseguido, tras intentos de Cuomo de poner en marcha una investigación cuestionable y cuestionada, que le otorgue finalmente la autoridad para lanzar una investigación independiente. Ya está en marcha.

El escándalo toca incluso a las puertas de la Casa Blanca y este mismo martes, en la comparecencia de la portavoz Jen Psaki, se cuestionaba el silencio que públicamente por ahora ha mantenido sobre lo que está sucediendo la primera mujer que llega a la vicepresidencia, Kamala Harris.

Pandemia y acoso

Cuomo enfrentaba ya una seria crisis política por la ocultación de fallecimientos en las residencias de ancianos durante la pandemia. Esa cuestión, ya bajo investigación de la justicia, hizo añicos la imagen de liderazgo y buena gestión de la crisis que logró el año pasado y le puso en la diana no solo de políticos republicanos, sino también de algunos de los miembros de su propio partido. Se intensificaron los esfuerzos para retirarle los poderes de emergencia con los que ha ejercido un control casi total de la respuesta a la pandemia y aparecieron las primeras llamadas a la dimisión o al 'impeachment'.

Veterano y experimentado político, Cuomo iba sorteando esa crisis, aunque en los últimos días sirvió para exponer su agresivo estilo, en el que muchos han denunciado que son herramientas el miedo y la intimidación. Pero lo que está consumiendo a velocidad de vértigo su capital político son las acusaciones de acoso, que no solo retratan un patrón de comportamiento sino que, además, chocan con su historia de acciones y declaraciones públicas en contra del acoso sexual.

La semana pasada una de las antiguas empleadas de su gobierno, Lindsay Boylan, dio detalles en un post en internet de incidentes de acoso de los que había hablado con anterioridad en términos genéricos. Estos empezaron en 2016 e incluyeron un beso en los labios no deseado y una sugerencia de jugar al 'strip poker'.

El sábado se sumó a las acusaciones Charlotte Bennett, otra antigua empleada del gobierno de Albany. En entrevistas con 'The New York Times' la joven describió interacciones conflictivas con el gobernador la primavera pasada, de las que habló con superiores y que motivaron que cambiara de posición en el gobierno antes de abandonarlo definitivamente en noviembre pasado. Él, por ejemplo, le preguntó sobre su vida personal, incluyendo si era monógama, si se había acostado con hombres mayores o qué pensaba de la diferencia de edad en las relaciones (ella tiene 25 años y él 63). Bennett, que es superviviente de una agresión sexual, también ha contado molesta cómo el gobernador parecía obsesionado con esa parte de su vida.

“Disculpa” e investigación

Aunque inicialmente Cuomo respondió a las revelaciones de Bennett con un comunicado negando nada inapropiado el domingo, con el escándalo en ebullición, emitió un comunicado más largo. “Entiendo que mis interacciones pudieron ser insensibles o demasiado personales y que algunos de mis comentarios, dada mi posición, hicieron sentir a otros de una forma que nunca pretendí”, escribió. Insistió también en que nunca tocó a nadie de forma inapropiada y nunca hizo proposiciones y se disculpó por comentarios que, dijo, “se malinterpretaron como flirteo no deseado”. “En el trabajo a veces creo que estoy siendo bromista y hago chistes que creo que son divertidos, a veces bromeo con la gente en lo que pienso que es una forma campechana”, escribió también. Nadie parece reírse.

Cuomo anunció también que buscaría una investigación “externa e independiente” pero la que plantó provocó amplio rechazo. Primero propuso que la dirigiera un antiguo juez federal (con el que tenía víncilos). Luego sugirió que la compartieran la fiscal general del estado, la demócrata Letitia James, y el presidente del Supremo estatal, pero James se negó porque habría tenido poderes limitados. Y Cuomo tuvo que acabar cediendo y el lunes concedió la autoridad plena a la demócrata, que ya le sacó los colores en enero con una revelación sobre las muertes de ancianos en residencias y que, para evitar sombras de politización, va a encargar las pesquisas a un bufete de abogados fuera del gobierno.

Fue el lunes también cuando en el Times también apareció la tercera denuncia, esta de una mujer que no formaba parte del gobierno. La hizo Anna Ruch, una mujer de 33 años que coincidió en 2019 en una boda con Cuomo, que le tocó la espalda que llevaba desnuda, le llamó “agresiva” cuando ella le quitó la mano y luego le cogió la cara (como muestra una foto publicada por el Times) y pidió besarla.

Atención nacional

A nivel local se han disparado las llamadas a Cuomo a que dimita o el apoyo a someterle a un impeachment. El alcalde Bill de Blasio, que mantiene una relación tensa y explosiva con el gobernador, dijo el lunes en CNN que “si se demuestran las acusaciones no puede gobernar”.

A nivel nacional Cuomo pone en un brete al Partido Demócrata, que salió escaldado por el caso del exsenador Al Franken (al que se forzó a abandonar el escaño por acusaciones que luego en muchos casos perdieron credibilidad) pero también ha tratado de ser una voz de apoyo a las mujeres en el movimiento #MeToo o durante la controvertida confirmación del juez de Supremo Brett Kavanaugh.

Psaki ha dicho que la Casa Blanca quiere respetar el proceso de investigación.