La distensión en la península también ayuda a conciliar el sueño. Corea del Sur apagó ayer los altavoces que escupían machacona propaganda en respuesta a la reciente suspensión norcoreana de lanzamientos de misiles y ensayos nucleares. No ha aclarado Pionyang aún si desconectará los suyos pero se da por seguro: lo contrario sería una descortesía inexcusable en el contexto actual.

«Esperamos que esta decisión empuje a ambas Coreas a detener las críticas y la propaganda contra el otro y contribuya a fomentar la paz y un nuevo inicio», aseguró el Ministerio de Defensa surcoreano.

Corea del Sur ha dispuesto docenas de altavoces en 11 puntos a lo largo de la frontera fortificada de cuatro kilómetros de grosor que ha separado a un pueblo de hermanos durante siete décadas. Su programación ha evolucionado desde aquella propaganda grosera del final de la guerra. Se ha enriquecido con noticias de la península y del mundo, novelas radiofónicas, pronósticos del tiempo, debates doctrinales sobre la democracia y el capitalismo y los grandes éxitos del edulcorado pop patrio. Persisten las denuncias sobre la corrupción y desmanes varios de los líderes norcoreanos pero se acentúa la vocación de servicio público para evitar que al otro lado corran a por los tapones en cuanto empiecen las varias horas de programación diurna y nocturna.

La topografía y la meteorología varían su alcance pero el régimen de Seúl calcula que sus mensajes se adentran una decena de kilómetros durante el día y 24 kilómetros durante la noche. Sobran para llegar a las tropas norcoreanas de la frontera y a las poblaciones más cercanas. Corea del Sur busca arruinar las falacias del paraíso socialista propio y el infierno capitalista de drogas, asesinatos y degeneración que la propaganda inculca a su pueblo. Inyectarles una duda razonable, al menos. Muchos desertores han desvelado que alumbraron su huida tras escuchar las informaciones llegadas del sur.

Eso explica que Pionyang interprete los altavoces como casus belli y exija su silencio en cada acuerdo. Un altavoz inició una crisis seria cuatro años atrás. Pionyang amenazó con respuestas militares si Seúl no lo apagaba y los soldados norcoreanos le dispararon cuando se les agotó la paciencia. Las tropas surcoreanas respondieron con una docena de ráfagas, en el intercambio de disparos más grave en una década.