No han tenido un trabajo fácil en las últimas semanas los periodistas locales encargados de seguir al cómico Volodymyr Zelenskiy, el gran favorito en las elecciones presidenciales que se celebran hoy en Ucrania. En muchas ocasiones, el carismático humorista respondía únicamente a reporteros afines, negándose a hablar con el resto de los informadores o incluso declinando invitaciones para ser entrevistado en medios de relevancia.

Cuando surgía una duda o aparecía la necesidad de hacer una consulta para conocer un posicionamiento determinado, las llamadas de teléfono a su sede electoral, o no recibían respuesta, o una voz que en la mayoría de las ocasiones se identificaba únicamente con su nombre y apellido se limitaba a dar largas.

Zelenskiy se ha colocado en cabeza en esta segunda vueltas tras una campaña en la que ha recurrido con frecuencia a las frases de impacto y a las consignas rutilantes en contra de la corrupción, pero en la que las propuestas políticas o los detalles acerca de lo que piensa hacer si obtiene finalmente la victoria han brillado por su ausencia.

Su alergia a los medios de comunicación ha irritado al estamento periodístico ucraniano, que envió recientemente una carta abierta al aspirante, firmada por una veintena de publicaciones y a la que de momento el showman no ha respondido, en la que se le demandaba que convocara una rueda de prensa para que por fin diera a conocer su programa.

«Es una persona muy conocida; lleva muchos años siendo una estrella televisiva y conocemos su biografía; pero no conocemos a su equipo; quién irá con él si es elegido», se lamenta Viktoriya Yermolayeva, de Hromadske Radio, la principal emisora independiente de Ucrania. «El fenónemo de Zelenskiy se basa en que, por vez primera en 25 años, aparece un nuevo rostro en la política ucraniana; la gente lo apoya por esta razón».

Solo un cataclismo o un giro inesperado impediría el triunfo del Zelenskiy sobre su rival, el presidente saliente Petró Poroshenko, a quien le lleva una media de 40 puntos de ventaja en la mayoría de sondeos de opinión. El actual jefe del Estado ha jugado con intensidad la baza nacionalista, presentándose como un valor seguro frente a la agresión teledirigida desde el Kremlin y aferrándose a los logros obtenidos en los últimos cinco años, desde el triunfo de la Revolución de Maidán: el encapsulamiento de la guerra con las milicias prorrusas apoyadas por Moscú en dos regiones del este y el reconocimiento de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana por parte del Patriarcado de Constantinopla. Pero es precisamente esta carta la que podría acabar inclinando la balanza en favor de su contrincante, quien está recabando los apoyos en las regiones del sur y del este, habitadas principalmente por rusófonos.

«Lo más importante es que vuelva la paz; me considero un patriota ucraniano que habla ruso, por eso votaré por Zelenskiy», dice Artem Krupenev, originario de Mariúpol, al este del país, a un puñado de kilómetros de la línea que separa al Ejército ucraniano de las milicias prorrusas.