El Gobierno francés lleva días flexibilizando su postura sobre la fiscalidad de los carburantes para calmar la protesta de los chalecos amarillos, pero el margen de maniobra para desactivar la movilización de mañana es muy escaso. El Elíseo baraja el peor de los escenarios y teme que el nivel violencia de esa cuarta jornada de protestas sea incluso mayor que el pasado fin de semana.

Las llamadas a la calma se han redoblado mientras el primer ministro, Edouard Philippe, confirmaba en el Senado que la tasa que ha desatado el malestar de esa Francia que necesita el coche para ir trabajar no figurará en el proyecto de ley de presupuestos del 2019. En la práctica significa que no habrá subida el próximo año. Philippe también se ha mostrado dispuesto a acercar los sueldos más bajos al salario mínimo interprofesional (1.498 euros brutos al mes) siempre que la subida no penalice la competitividad de las empresas. Pero las medidas siguen lejos de las expectativas que expresaron algunas caras visibles de un movimiento poco estructurado en el que la principal dificultad con la que se enfrenta el Ejecutivo es la falta de interlocutores aceptados por los chalecos amarillos.

En las redes sociales hay una particular efervescencia para darse cita en la capital y los sectores más radicalizados del movimiento coquetean con la idea de asaltar el palacio presidencial. Otros más moderados y que se denominan a sí mismos chalecos amarillos libres han pedido ser recibidos por Macron este viernes. «Apelamos a la calma, a una relación de fuerzas lo más pacifista posible respetando el orden público», dijeron en un comunicado. El presidente sigue guardando silencio y, según la agencia Reuters, no hablará antes del sábado.

Las organizaciones patronales y sindicales han pedido calma y hasta el expresidente François Hollande ha hecho un llamamiento a la mesura «en el grave periodo que atraviesa Francia». Ante la hipótesis de un nuevo sábado negro, el Gobierno prepara el dispositivo policial, que movilizará a 65.000 efectivos de las fuerzas del orden, y ha vuelto a pedir a los chalecos amarillos que no desfilen por las calles de la capital. Interior teme la presencia de grupos extremistas de ultraderecha y ultraizquierda infiltrados entre los manifestantes.

En París, la Torre Eiffel permanecerá cerrada, igual que una decena de museos y la prefectura de policía de París ha enviado una circular a los comerciantes de un extenso perímetro en torno a los Campos Elíseos para que protejan sus escaparates y cierren sus puertas. Además, las autoridades han suspendido partidos de la liga francesa de fútbol.