El Senado argentino se preparaba al cierre de esta edición para dar la espalda a la aspiración de la mayoría de las mujeres argentinas.Todo indicaba que los votos de los senadores que representan a las provincias más pobres y a la vez conservadoras del país iban a frenar la ley que despenaliza el aborto, a pesar de que fue aprobada el pasado mes de junio por los diputados del Parlamento. La conocida como ola verde, partidarios de la reforma, invadió las calles de las principales ciudades del país reclamando el sí a los senadores. Pero ya se sabía de antemano que los grupos «defensores de la vida», con la Iglesia Católica y los pastores evangelistas a la cabeza, que también ocuparon el espacio público vestidos de azul celeste, contaban a priori con una mayor influencia entre los miembros de la Cámara Alta.

Antes de la votación, que estaba prevista para la medianoche, hora argentina, las cinco de la madrugada en España, el senador peronista Miguel Pichetto ya daba la ley por perdida. «Hay una mayoría consolidada en contra de la ley», dijo. Los medios argentinos auguraban que el «no» al aborto saldría adelante con tan solo siete votos de diferencia. La expectación era enorme.

En más de la mitad del país, principalmente en la regiones más pobres y conservadoras, el aborto es la principal causa de mortalidad materna. El debate ha dividido al mismo Gobierno de derechas y ha ocasionado fisuras también en el kirchnerismo, la principal fuerza de oposición. «No importa el resultado, hoy ganará la democracia», dijo ayer el presidente Mauricio Macri.

El papa Francisco ha sido protagonista silencioso y distante en este debate que divide a la población de su tierra natal. En el 2010, cuando era arzobispo de la ciudad de Buenos Aires, el hoy pontífice no pudo evitar que el Congreso aprobara la ley de matrimonio igualitaria, que calificó de demoníaca. Ocho años más tarde, la influencia del episcopado en la reforma del aborto ha sido vital. Los obispos son muy críticos con la política económica neoliberal del macrismo. Pero, en realidad, han atemperado sus críticas con el fin de lograr que las autoridades de la ciudad de Buenos Aires y de la provincia de Buenos Aires, donde se concentra el mayor padrón electoral del país, apoyen sus postulados.

El alcalde capitalino Horacio Rodríguez Larreta llegó a decir que consagraba su vida y la del mismo distrito al «Sagrado Corazón de Jesús». La gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, se ha convertido también en portavoz de las aspiraciones del purpurado.

DESOBEDIENCIA / Con ese mismo espíritu, la senadora Silvina García Larraburu decidió desobedecer a la misma expresidenta Cristina Fernández de Kirchner y votar en contra. El proyecto, descubrió repentinamente, «es malo» porque responde «a intereses económicos extranjeros» y, además, los pobres en Argentina «no abortan». Un aborto clandestino, se dijo en el Senado, cuesta hasta 1.000 euros.

Nada será igual en Argentina aunque haya que esperar un año para volver a tratar la ley. Se ha producido un profundo cambio cultural resumido en uno de los versos de Federico García Lorca: «verde que te quiero verde». Lo que comenzó con las multitudinarias marchas para denunciar el feminicidio y la discriminación de género ha creado las condiciones políticas para reclamar los derechos reproductivos. Según diferentes sondeos, un 70% de las menores de 35 años y un 70% de las mujeres apoyan la despenalización.

La lucha por el movimiento feminista ha despertado la simpatía mundial. «La criminalización del aborto no evita que las mujeres aborten», dijo la actriz Susan Sarandon. Margaret Atwood, la autora de El Cuento de la Criada (Handmaid’s Tale) se adhirió a la ola verde. Para advertir sobre el significado del rechazo a la ley por parte del Senado, un colectivo de actrices marcharon días atrás con la cabeza gacha y en silencio como si fueran parte de la teocracia cristiana que la novela que Atwood sitúa en un Estados Unidos donde las mujeres son esclavas y violadas. «Las mujeres queremos decidir cuándo somos madres y sobre nuestro cuerpo», dijo durante el acalorado debate en la Cámara Alta la kirchnerista Ana Claudia Almirón, mientras el senador Pedro Guastavino denunció las campañas en su contra por estar a favor de la ley: «quizá sea el mismo sector que cuando nos desaparecían o nos torturaban daba vuelta la cara».

VIOLACIÓN SIN VIOLENCIA / Desde otro escaño, Mario Fiad, afirmó sin inmutarse que «esta ley es inconstitucional». «En ese vientre materno hay un prójimo a quien amar», exclamó, por su lado, el senador ultramontano Esteban Bullrich. «No entiendo que empoderemos a la mujer en estas situaciones», expreso sorprendida la senadora Ada Itúrrez. «Hay casos en los que la violación no tiene violencia sobre la mujer», dijo el peronista de derechas Rodolfo Urtubey.