Gina Haspel, la candidata de Donald Trump para dirigir la Agencia Central de Inteligencia (CIA), se ha comprometido este miércoles públicamente a no volver a implementar un programa de torturas como el que Estados Unidos aplicó en los interrogatorios de sospechosos de terrorismo tras los atentados del 11-S del 2001 y en el que ella participó. "Habiendo servido en ese momento tumultuoso puedo ofrecer mi compromiso personal, claramente y sin reservas, de que bajo mi liderazgo la CIA no reiniciará tal programa de detenciones e interrogatorios”, ha dicho ante el Comité de Inteligencia del Senado, donde este miércoles comparece en dos vistas para su confirmación, una pública y otra posterior a puerta cerrada.

La participación de Haspel en el polémico e ilegal programa al que Barack Obama puso formalmente fin en 2009, y la destrucción en 2005 de 92 cintas que recogían las torturas en 2002 a uno de los detenidos en el centro clandestino de detención de Tailandia donde ella llegó luego como supervisora, son uno de los núcleos centrales de su comparecencia de Haspel. Y sobre todo los senadores demócratas, más reticentes a apoyar su confirmación, han insistido en que aclare no solo su papel en aquel episodio, sino también cómo reaccionaría si el actual presidente, Trump, que ha defendido el uso de tortura y de técnicas prohibidas como el ahogamiento simulado, le pidiera que reinstaurara algo similar.

Haspel ha tratado de reasegurar que se opondría a esa petición. "No haría algo inmoral aunque fuera técnicamente legal", ha dicho. "Nunca jamás devolvería a la CIA el programa de interrogatorios bajo ninguna circunstancia. No pondré a ningún agente de la CIA en riesgo con esas controvertidas acciones otra vez".

La destrucción de vídeos

Haspel también ha hablado ampliamente sobre la destrucción de los 92 vídeos de las torturas a Abu Zubaida, que se realizó en 2005, tres años después de que fueran grabadas. Ha asegurado que fue su jefe entonces, José Rodríguez, que era director del Servicio Nacional Clandestino, quien tomó la decisión de destruir las grabaciones, insistiendo en que fue “él y solo él”. Y ha aclarado también que ella no aparecía en esas cintas. Haspel llegó al ‘black site’ de Tailandia a finales del 2002, cuando Zubaida ya había sido torturado, pero estaba al frente del centro clandestino cuando se interrogó allí a otro sospechoso, Ab al-Rahim al-Nashiri.

Aunque ha dicho que “hoy no apoyaría la destrucción de las cintas” Haspel sí ha reconocido que en 2005 fue “absolutamente defensora” de que se hiciera. Lo ha justificado diciendo que se podía identificar a agentes y que existía “mucha preocupación de que se filtraran irresponsablemente” los vídeos, lo que elevaría la “amenaza de Al Qaeda”.