En la montaña que queda justo al norte de la ciudad turca de Ceylanpinar, el viento de mediados de otoño es caliente, como si fuera de verano. El sol, a mediodía, abrasa como siempre, y una nube de polvo gris cubre el lugar.

Aun así, se divisa perfectamente Ras al Ain, casi a tocar de Ceylanpinar, pero en la parte sur de la frontera turcosiria, donde hasta ayer por la tarde los combates por el control de la ciudad eran muy intensos.

Durante esta última semana Ras al Ain ha sido un caos: Turquía, al iniciar su ofensiva el miércoles de la semana pasada contra las milicias kurdosirias de las YPG, la marcó como uno de sus objetivos prioritarios junto a Tel Abiad. Los combates y bombardeos aquí han sido constantes. Hace una semana, Turquía dijo tener la ciudad bajo su control. Pero las YPG lanzaron una contraofensiva y reconquistaron por sorpresa Rais al Ain entera. Desde entonces, la lucha se intensificó calle por calle, hasta que Turquía y sus milicias afines rodearon el centro aún en poder de la milicia kurdosiria. Luego llegó el alto el fuego, acordado el jueves por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y el vicepresidente de EEUU, Mike Pence. Según el pacto, las YPG tienen 120 horas para retirarse de la región. «Es responsabilidad de Washington asegurar que la retirada ocurra en los próximos días. Si esto no pasa, en el minuto en el que el plazo de 120 horas haya acabado retomaremos nuestras operaciones de una forma mucho más decidida que antes de pausarlas».

Turquía asegura que el alto el fuego se está cumpliendo a rajatabla, mientras que las YPG lo niegan y aseguran que Ankara sigue con sus bombardeos.

El plazo de 120 horas finaliza el martes, un día clave. Ese día, Erdogan viajará a Rusia para hablar sobre la crisis con el presidente ruso, Vladímir Putin, el nuevo árbitro del actual conflicto en Siria.