Tras ocho años de cruenta guerra, Siria está en ruinas. La cifra exacta de muertos se desconoce. Oscila entre 400.000 y 560.000, según la fuente. Centenares de miles de sirios han resultado heridos y 12 millones han huido de sus hogares. Ocho años después, el presidente sirio, Bashar al Asad, sigue en el poder, su Ejército controla la mayor parte del país, las fuerzas rebeldes apenas tienen terreno y el califato del Estado Islámico (EI) se ha evaporado. Pero la guerra no ha terminado.

«La derrota del Estado Islámico podría ser el final de las grandes operaciones militares, pero no de la guerra. Aún compiten en Siria poderes militares internos. Señores de la guerra apoyados por potencias han hecho fortunas y prefieren seguir así», opina Zaki Mehchy, académico de Chatham House y co-fundador del Syrian Center for Policy Research (SCPR).

«Antiguos combatientes del EI son libres y han formado otros grupos yihadistas. La falta de soberanía y la competición entre potencias externas (rusos, iranís, turcos y americanos) para controlar el país podría llevar a más guerras por el poder en Siria. No hay un proceso de paz inclusivo, puede haber estabilidad a corto plazo, pero no una paz sostenible», señala Mehchy.

Diversos analistas piensan que no se puede afirmar que Asad haya ganado la guerra. El régimen de Damasco ha recuperado, gracias fundamentalmente al apoyo de Rusia e Irán, regiones de Siria en las que actúa oprimiendo a la población, hecho que «puede llevar a una estabilidad a corto plazo, pero a la vez está cultivando las semillas para otra ronda de violencia en el futuro», apunta Mehchy.

EL CONTROL / El Gobierno sirio controla alrededor del 65% del territorio del país. Las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS, principalmente grupos kurdos) respaldadas por la coalición liderada por EEUU, controlan más o menos el 25% de Siria. Esta zona, al este del Éufrates, incluye la gobernación de Al Hassakeh, gran parte de la de Raqqa y sobre el 50% de la de Deir Ezzpr y una pequeña zona rural de Alepo.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció a finales del 2018 la retirada de los 2.000 efectivos que mantenía en Siria porque consideraba que se había derrotado al EI. Sin embargo, este jueves pasado Washington indicó que 200 soldados seguirán en el país árabe. Tras la retirada de EEUU, las FDS podrían verse forzadas a cooperar con los rusos y Damasco para protegerse de los turcos y las milicias que estos apoyan.

Turquía respalda a milicias que controlan menos del 5% de Siria (el norte y partes del noroeste de la gobernación de Alepo). Otro 5% del territorio sirio, una gran parte de la provincia de Idlib, está en manos de Ha’at Tahrir al Sham (HTS), antigua rama de Al Qaeda. Turquía apoya y utiliza a HTS y otras milicias para contrarrestar a los kurdos en el norte de Siria.

En la zona rural del sur de Idlib se encuentra el Frente Nacional de Liberación (FNL), una coalición de fuerzas moderadas y radicales. En Idleb, los gobiernos de Rusia y Turquía acordaron, el pasado septiembre, crear una zona desmilitarizada. Un pequeño grupo de rebeldes controla áreas rurales de Homs, en la frontera con Jordania e Irak.