El Gobierno austríaco se ha roto definitivamente. Tras dos días de mucha tensión en Viena, ayer el canciller Sebastian Kurz puso el último clavo en el ataúd de su alianza con la extrema derecha al confirmar la expulsión del ministro del Interior, Herbert Kickl, principal ideólogo del Partido por la Libertad (FPÖ).

En una breve comparecencia ante la prensa, el líder conservador confirmó la fulminación de Kickl por su supuesta falta de «sensibilidad» para afrontar el escándalo de corrupción que este sábado obligó a dimitir al vicecanciller y líder ultra Heinz-Christian Strache. Según Kurz, Viena no podría ser transparente ni esclarecer el caso con Kickl, secretario general y responsable de finanzas del FPÖ, en el Gobierno.

Ante las sospechas de su inminente dimisión, el FPÖ amenazó durante la mañana con que si el canciller cruzaba esa línea roja ellos retirarían a todos sus ministros del Ejecutivo en funciones. Una amenaza que cumplieron.

Consciente de ello, Kurz procedió a la expulsión de Kickl y junto al presidente austríaco, Alexander Van der Bellen, hizo pública su intención de que el país tenga un Gobierno tecnócrata hasta las elecciones anticipadas que se celebrarán en septiembre.

De esta manera, los ministerios que hasta ahora estaban en manos del FPÖ (Vicecancillería, Interior, Defensa, Sanidad, Exteriores, Deportes y Transporte) pasarán a ser gestionados por expertos y funcionarios de alto rango. Con ello, Kurz quiere asegurarse estabilidad en los próximos meses y capacidad para tomar decisiones a nivel europeo.

La oposición no tardó en atacar a Kurz y aseguró que presentarán una moción de censura en el Parlamento para tratar de destituir al canciller. Como alternativa, los socialdemócratas ya han apostado por un Gobierno completamente tecnócrata que gestione la transición hasta las elecciones. La moción podría prosperar si el FPÖ se une a los otros partidos de la oposición, una posibilidad aún incierta.

Con este gesto Kurz pretende evitar que el escándalo le perjudique cara a los nuevos comicios. Así, tan solo un año y medio después de tender la mano alegremente a los populistas antiinmigración el canciller quiere evitar ahora toda asociación con un partido severamente marcado por el escándalo de corrupción en el que se ha visto envuelto su cúpula.

VÍDEO COMPROMETEDOR / En un vídeo publicado el pasado viernes se veía a Strache negociando con la supuesta nieta de un oligarca ruso cercano al presidente Vladímir Putin la concesión de favores políticos a cambio de donaciones millonarias a su partido. Aunque en su despedida aseguró que se trataba de una «cuestión de borrachos» el vídeo también muestra a Strache fantaseando con controlar la prensa «como Orbán» y explicándole a la joven cómo hacer donaciones al FPÖ eludiendo el Tribunal de Cuentas. El encuentro realizado en Ibiza durante el verano del 2017 fue una trampa. Se desconoce quien está detrás. De momento, el escándalo parece haber hecho un moderado daño electoral al FPÖ. Un sondeo le da el 18%, solo cinco puntos menos que antes de la filtración.