Entra el gallo y marcha el mono. La quinta parte de la población mundial recibe este viernes el año nuevo con la liturgia de las empanadillas de la suerte en opíparos banquetes, los petardos para ahuyentar los malos espíritus o la limpieza del hogar que extrae la negatividad acumulada. Es desaconsejable cortarse o lavarse el pelo y comprar libros. La superchería, uno de los pocos rasgos que han sobrevivido al supersónico proceso modernizador, contempla también los pronósticos. Los videntes han alcanzado esta vez un raro consenso: con Trump de por medio, no es necesario escudriñar los posos del té para vaticinar tiempos convulsos en el mundo.

El férreo sentido familiar emparenta a los chinos con los mediterráneos y estimula el éxodo masivo. En año nuevo se vuelve a casa como sea. Esa pulsión irrefrenable la ejemplifica un trabajador detenido la semana pasada por circular con su bicicleta por la autopista. El tipo, con un viejo abrigo militar, dos bolsas de plástico y sin blanca, había salido un mes antes de la provincia costera de Shandong para llegar a tiempo. Ocurre que estaba en Anhui y se dirigía a Heilongjiang, es decir, que había pedaleado en dirección contraria. Los agentes le pagaron un billete de tren a su casa en lugar de forzarle a deshacer los 2.500 kilómetros.

El 'chunyun' supone la mayor migración humana de la historia. Las boyantes ciudades del este pierden por unos días su cotidiana efervescencia y entran en una actividad comatosa, con calles vacías y restaurantes y negocios cerrados. Los estudiantes y trabajadores regresan a las provincias rurales del interior para disfrutar de las mayores (y en muchos casos únicas) vacaciones anuales. Chinacuenta con 277,5 millones de 'mingong' o curritos, lo que supone el 36% de su fuerza laboral y más que la población total estadounidense.

TRANSFORMACIÓN EN CUATRO DÉCADAS

A través del 'chunyun' se puede explicar China. El término fue acuñado a principios de los 80 del pasado siglo por el Diario del Pueblo. China se desperezaba, proclamaba la apertura económica y se abrían fábricas en las provincias costeras. La imprescindible mano de obra barata llegó en oleadas y posibilitó el mayor y más veloz proceso de urbanización del mundo. La transformación que requirió siglos en Europa fue ventilada en China en cuatro décadas. En aquella incipiente apertura se registraban 100 millones durante el 'chunyun'; en este año se esperan 3.000 millones. La distancia acumulada que cubrirán los chinos durante estas dos semanas equivale a la que separa la Tierra de Saturno y ocho veces la del Sol.

Esa magnitud exige un milagro logístico en un país en vías de desarrollo. El ferrocarril concentra el grueso de los trayectos. Persisten esos viejos trenes que necesitan días para cruzar el país y donde se aprietan 'mingong' con zapatos de filtro y maletas de cartón. Pero la mayoría disfruta de los 20.000 kilómetros de alta velocidad, la mayor red del mundo. El 65% de los viajes se realizan en cómodos y modernos trenes que alcanzan los 300 kilómetros por hora y que en nada envidian a los occidentales. La red añadirá otros 10.000 kilómetros en el 2020 y unirá el 80% de las grandes ciudades chinas. El contraste con la India, el otro gran país en vías de desarrollo asiático, es sangrante.

RECONOCIMIENTO FACIAL

También el progreso ha finiquitado esas dolorosas imágenes de miles de trabajadores acampados en las estaciones de trenes durante semanas para hacerse con los billetes, desesperados y a menudo esquilmados por reventas. Hoy se compran por internet a razón de un millar por segundo y algunas estaciones incluyen tecnología de reconocimiento facial.

El crecimiento económico permite la orgía consumista. Los chinos gastarán en comida y compras más de 100.000 millones de dólares en una semana, el doble que los estadounidenses en su Día de Acción de Gracias. Ningún país compendia como China el camino andado y el horizonte, el comunismo formal con el capitalismo desbocado, las tradiciones feudales con la tecnología más epatante.