Colombia se prepara para dejar atrás su luctuosa excepcionalidad (un conflicto armado de 52 años) de manera excepcional: a través del voto. Se espera que el acuerdo de paz suscrito entre el Gobierno y las FARC sea apoyado por una mayoría contundente. El peligro de un resultado de las características del 'brexit' no aparece definido en la línea del horizonte.

La llegada de la paz no cabía en la imaginación de los colombianos hace muy pocos años. Ese escenario tenía algo de utópico, de augurio infundado en el que la expresión de deseos no encontraba base en la realidad. El sentido común se hizo paso y se llegó al puerto que todas las hojas de ruta descartaban. Lo inverosímil adquirió consistencia. Algo parecido ha ocurrido con el aterrizaje del presidenteBarack Obama en La Habana en marzo pasado. La posibilidad de un restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba yEstados Unidos tampoco figuraba entre los escenarios contemplados. Y, sin embargo, ocurrió aquello que se desechaba como un acto reflejo.

Obama terminará su mandato con el crédito de haber sido protagonista de las soluciones en dos de los países que, con sus especificidades, todavía estaban atados a lógicas de la guerra fría. Promovió con sorprendente decisión el deshielo en los vínculos con La Habana y apoyó con la misma firmeza las negociaciones entre el Estado colombiano y la más antigua guerrilla de ese país. Fue en la misma Cuba donde el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, se reunió meses atrás con los jefes de las FARC, todo un indicio de que el aval de Washington a la paz no tenía a esas alturas una doble cara.

Para Obama, ambos episodios -Cuba y Colombia- respondían a una nueva visión política de la Casa Blanca de lo que había que hacer enAmérica Latina: respeto y libre comercio. Su visita a la isla y el fin del conflicto armado quedan enlazados por la misma lógica. El 2016 será recordado por lo tanto como el año en que comenzaron de verdad a cambiar ahí las cosas. Si esos casos se aislaran de un contexto más amplio, daría la sensación de que la región afronta un panorama completamente nuevo y alentador. Pero el fantasma de 'lo viejo' ha vuelto a irrumpir como foco de una latente inestabilidad.

DESTITUCIÓN DE ROUSSEFF

La rueda del infortunio se ha desplazado para girar nada menos que en el país más poderoso de América Latina: Brasil. Los sucesos que han derivado en la destitución por parte del Senado de la presidenta Dilma Rousseff, y que no pocos analistas calificaron de “golpe blando”, prefiguran nuevas colisiones e inquietudes, con influencia más allá de sus fronteras. En este caso, Washington no pareció mirar con desagrado el desenlace.

Los problemas en Brasil y Venezuela, donde EEUU tampoco muestra la misma flexibilidad que tuvo con La Habana, opacan de esta manera los innegables logros políticos de estos meses. Las turbulencias brasileñas conducirán, en el mejor de los casos, a elecciones anticipadas. El juego de suma cero entre el chavismo y sus adversarios requiere de una ingeniería negociadora que podría encontrar en las experiencias de Cuba y Colombia un espejo en el que observarse. EEUU podría ser otra vez determinante.