Brasil ha sido asolado por 72.843 focos de incendios durante este año, más de la mitad (52,5%) en la Amazonia, el pulmón del mundo. Parte del gigante sudamericano ha quedado en medio del humo. La inspección por satélite del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE) ni siquiera ha perturbado al ministro de Medio Ambiente del Gobierno de ultraderecha. Ricardo Salles dijo que la oscuridad que afectó esta semana a São Paulo como consecuencia de las espesas nubes de partículas era una fake new. Los brotes de fuego han crecido un 83% respecto al 2018. Las llamas han avanzado sobre áreas protegidas. Solo esta semana se han conocido 68 casos dentro de tierras indígenas estatales y federales.

La vegetación de la reserva Parque do Araguaia, en el estado amazónico de Tocantins, ha sido quemada casi por completo. El desastre, equiparado a los que afectaron a California (EEUU) y Portugal en el 2018 y el 2017, ha obligado a los estados de Amazonas y Acre a declarar la situación de emergencia.

El Parque Nacional de la Chapada dos Guimarães, en Mato Grosso, ha perdido hasta el 12% de su vegetación. En ese estado sureño se han contabilizado 13.682 casos, entre ellos el del parque estatal Serra de Ricardo Franco, situado en la frontera con Bolivia.

Áreas de pastoreo

Los incendios en la región amazónica tienen un origen premeditado. En lugar de árboles, el poderoso sector agropecuario quiere grandes áreas de pastoreo o sembrado. La deforestación ha cobrado un fuerte impulso con la llegada del ultraderechista Jair Bolsonaro a la presidencia. Se ha incrementado un 273%. Bolsonaro tiene una especial aversión a los defensores ambientales, a los que califica de «chiitas». Días atrás se mofó de los efectos del cambio climático. «Con un 5% adicional de destrucción de la Amazonia podremos provocar cambios irreversibles que afecten el régimen de lluvias en el resto del país. Las inundaciones, la desertización, los riesgos para la agricultura, los vientos extremos, la invasión de las zonas costeras por el mar y las olas de calor constituyen un drama anticipado», alertó el especialista Alfredo Sirkis. Parte de la lucha contra los incendios en Brasil está financiada por el Fondo Amazonas que patrocinan Noruega y Alemania. Oslo, igual que Berlín, avisó de que bloqueará sus aportaciones debido al giro político de Bolsonaro. De acuerdo con Gregorio Duvivier, columnista del diario paulista Folha, la diferencia entre los siniestros en Brasil y los de EEUU y Portugal es que «aquí hay un proyecto del Gobierno. El fuego ni siquiera es un efecto secundario del progreso, sino la idea del progreso mismo. El fuego aquí cumple una promesa de campaña, quizás la única: reducir el país a polvo». A los ojos de Duvivier, Bolsonaro es una suerte de Nerón. pues «no tiene otro proyecto que ver cómo el circo se quema».