"Es mejor que el Príncipe sea considerado mezquino, ya que la avaricia es uno de los vicios que sostendrán su régimen”. En el siglo XVI Maquiavelo describió así en 'El Príncipe' la insaciable codicia de poder que envuelve la política. A pesar de que las traiciones y los fratricidios por el poder son una característica inherente en la política más allá de su perfil ideológico, el caso de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) es especialmente sonoro. Como Silvio Berlusconi en Italia o Margaret Thatcher en el Reino Unido, Angela Merkel se ha consolidado en el poder eliminando todo posible atisbo de rivalidad interna, pero mientras la cancillera ha sabido tejer su hegemonía sin llamar la atención pública, entre los ultranacionalistas los puñales han sido visibles.

El constante intercambio de reproches entre las distintas alas del partido antiinmigración estalló el miércoles, tres días antes del congreso federal de Colonia, cuando la copresidenta Frauke Petry anunció que no lideraría a los populistas, un paso atrás que se vio como un intento para presionar al sector crítico del partido que se le ha vuelto en contra.

Esta fricción vuelve a evidenciar el pulso interno entre el sector pragmático, liderado por Petry, y los fundamentalistas. “Unos solo quieren ser oposición, mientras que otros creemos que hay que llegar a acuerdos y ser responsables. Somos un partido muy joven, discutir es normal”, asegura Georg Pazderski, líder de AfD en Berlín. A la diferente estrategia ideológica de los miembros también se suman las dificultades para condenar y distanciarse de posiciones antisemitas, filonazis y cercanas a la Rusia de Putin que les dañan cara al votante menos extremista.

FRATRICIDAS DE NACIMIENTO

Irónicamente, Petry es ahora la víctima del mismo método que ella utilizó para encaramarse a la cúpula del partido. AfD nació en el 2013 con un perfil académico, centrado en la crítica a la Unión Europeay en la economía. Petry, representante del ala másultraconservadora, cargó contra su compañero y fundador, el relativamente moderado Bernd Lucke, y en julio del 2015 consumó el parricidio político al destronarlo y situarse junto al radical Jörg Meuthen al frente de la formación.

Ese fuerte viraje a la extrema derecha fue visto como una claudicación ante la islamofobia del creciente movimiento Pegida. Un mes y medio más tarde la llegada de cientos de miles de refugiados a Europa supuso terreno fértil para una posición xenófoba que, abonada con declaraciones incendiarias, catapultó a Petry.

Lejos de calmar los ánimos, ni con los excelentes pronósticos obtenidos hasta enero consiguió dar estabilidad al partido. El fundador y vicepresidente Alexander Gauland, enemigo íntimo de Petry y líder del brazo más ultra, se lanzó a su yugular y consumó el golpe al ser elegido candidato a las elecciones. La llegada de Martin Schulz a la carrera electoral y las crisis internas han empezado a torcer el camino de la formación hacia el Parlamento y arrojado más gasolina al fuego interno. Petry ha dado un paso al lado, pero la lucha por el poder sigue viva.