Lo que tendría que ser un mes de ayuno (el mes sagrado de Ramadán para los musulmanes) envuelto de espiritualidad, invitando a la expiación de pecados y al encuentro familiar con la vuelta a casa por la navidad musulmana de los migrantes rifeños residentes en el extranjero (MRA), ha pasado a ser a una celebración empañada por el miedo de algunos y el activismo imparable de otros.

Alhucemas se rebela y parece que no hay marcha atrás, lo hace desde su plaza de Ben Ayoub, emulando las plazas de la primavera árabe de 2011. Cada noche -desde que el pasado sábado las fuerzas del orden lanzaran una ola de arrestos contra los activistas más influyentes del movimiento popular- miles de personas se concentran reclamando cambios profundos para El Rif. Nada más terminar la plegaria posterior al ftur (el desayuno, en árabe), los jóvenes, mujeres y niños pequeños acuden a la plaza para protestar pacíficamente. Sentados sobre el suelo de la plaza y en la parte alta de una avenida en pendiente, familias enteras, jóvenes, mujeres y niños gritan desgañitándose “¡Viva el pueblo! ¡Viva el pueblo!”.

En sus manos portan imágenes del Moncef Fkrir, el vendedor de pescado que se arrojó en un contenedor de basura en marcha como señal de protesta contra el abuso de poder o del líder del movimiento popular, Nasser Zefzafi, a quien, junto con otros activistas, las autoridades transfirieron este viernes desde Casablanca a las dependencias policiales de Alhucemas. Sobre ellos pesan cargos de extrema gravedad como actuar atentando contra la seguridad del Estado.

ENCOLERIZADA AVENIDA

Los activistas no están solos, en el otro extremo, un fuerte dispositivo de las fuerzas del orden (policía, fuerzas auxiliares, soldados) cortan la avenida y cada una de sus calles adyacentes a ésta para evitar que nuevos manifestantes se acerquen a la protesta popular. Agentes de la policía interrumpen el acceso de los rifeños a la empinada, larga y encolerizada avenida exigiendo un carné de identidad, “¿a dónde vas?”- pregunta la autoridad. “ A mi casa, ¿puedo?”-responde el vecino rifeño.

La estrategia de las autoridades en las últimas 24 horas ha sido la desellar el corazón de la de Alhucemas para contener las protestas y evitar su propagación hacia otros barrios de la ciudad rebelde. Sin embargo, los jóvenes más bregados utilizan los efugios necesarios para alcanzar Ben Ayoud desde otros lados de la ciudad llegando incluso astutamente a saltar tejados de viviendas con el fin de lograr su objetivo que no es otro que sumarse a las protestas sociales que duran ya seis meses haciendo tambalear los pilares del 'establishement' marroquí.

“Sólo queremos que el Estado responda a nuestro derecho social. Nos sentimos enclavados. Date una vuelta y verás a gente rondando los 40 años sentada en los cafés porque no tiene empleo”, explica a EL PERIÓDICO un rifeño militante del partido socialista USFP. En su discurso se reabren las heridas del pasado de los tiempos del rey Mohamed V y su hijo Hassan II, cuando se empleó el ejército para sofocar con violencia las sublevaciones de los años 57 y 58 .

Los rifeños, medio siglo después, se sienten nuevamente atacados y desafiados ante la imponente presencia del Ejército y el despliegue en calles de cientos de furgonetas de la policía nacional y de los antidisturbios al acecho de cualquier brote de indignación popular: “ es deplorable la intervención directa de las autoridades. Entraron en la casa de mi cuñada para detener a su hijo. Y fíjate que su marido era un agente de la seguridad. Abatieron la puerta de la vivencia pero mi sobrino escapó”, denuncia a este diario muy afligido un notario del Rif. “Nuestra reivindicación es social pero no puede separase de nuestra identidad. Nos sentimos rifeños de Marruecos y no buscamos la independencia, tan sólo el reconocimiento”, añade el militante político a este diario.

RECONOCIMIENTO SOCIAL

La defensa del reconocimiento social ligado a la identidad constituye el catalizador de la movilización del pueblo rifeño, lo que suscita varios interrogantes: “¿si el Estado marroquí cumpliera con sus promesas sociales, los rifeños volverían a casa?”. “ Por supuesto. Ya lo dijo públicamente Nasser (Zefzafi), el líder, si nos garantizan la construcción de una universidad y la mejora de las condiciones del hospital con la creación de un departamento de oncología para atender a los enfermos de cáncer, abandonamos la calle”- responde esta vez un profesor, director de un centro de formación.

Todos prefieren guardar el anonimato salvo Silya, la joven activista de 23 años y estudiante de literatura amazigh en la Universidad de la ciudad de Oujda, al noreste de Marruecos, cuya intensa actividad en las redes sociales ha abierto la ventana del Rif al exterior. Silya es una de esas mujeres rifeñas cuya odisea vital por juventud e ideas le ha llevado a despojarse del miedo y expresar públicamente “ganar o morir”.