Sin hacer mucho ruido, Alemania sigue deportando refugiados a Afganistán. Este martes, otros 11 han llegado a Kabul a las 6:30 horas en un avión procedente del territorio alemán. Ya son 589 las personas a las que Berlín ha expulsado de vuelta al país asiático desde el 2016 después de denegarles el derecho al asilo.

Afganistán atraviesa una turbulenta situación política y social pero eso no ha evitado que el Ejecutivo alemán siga efectuando unas deportaciones especialmente controvertidas. La de hoy ha sido la 25 expulsión colectiva.

Eso se debe a que ya a principios del 2016 el Gobierno clasificó a Afganistán como un país seguro para dificultar aún más la llegada de sus inmigrantes. Así, Berlín insiste en que en el territorio afgano hay zonas seguras a las que esas personas pueden ser deportadas. Una vez se les deniega el derecho al asilo son las autoridades alemanas quienes deben determinar si esas personas están en condiciones de ser devueltas.

RESTRICCIÓN DEL EJECUTIVO

En el trascendental verano del 2015, el Ejecutivo encabezado por la cancillera, Angela Merkel, optó por una política de acogida de los refugiados que llegaron al continente. La solidaridad inicial fue cerrando sus puertas, algo que afectó especialmente a los ciudadanos procedentes de Afganistán, que se quedaron sin opciones de empezar una nueva vida en Alemania. Sus peticiones de asilo han sido hasta ahora las más denegadas.

En octubre del 2016 ambos países firmaron un acuerdo para deportar a los afganos rechazados. En diciembre de ese año se organizó la primera deportación colectiva, de 34 personas. Entre el 2017 y el año pasado se expulsaron 405 personas. Organizaciones para los derechos humanos como Pro Asyl denuncian que en la comunidad afgana en Alemania y sus asesores hay mucha incertidumbre sobre los procedimientos de expulsión.

Tras la presión interna y el incesante auge de la extrema derecha, el verano pasado el Gobierno de Merkel aprobó una nueva restricción que creaba centros, agilizaba las expulsiones, limitaba la reunificación familiar y dificultaba el acceso al asilo. El ministro del Interior, Horst Seehofer, celebró su 69 aniversario con la deportación de 69 personas. Pocos días después, uno de ellos, un joven de 23 años se suicidó en Kabul después de haber vivido ocho años en Hamburgo.

UN PAÍS INSEGURO

Más allá de las consideraciones de Berlín, Afganistán sigue enquistada en una guerra en la que el Gobierno se enfrenta a los talibanes y a la milicia terrorista de Estado Islámico, aún presente en la zona. Según un informe de las Naciones Unidas, entre enero y marzo de este año unos 581 civiles fueron asesinados y otros 1.192 resultados heridos por el conflicto. La organización internacional considera que en Afganistán hay un conflicto activo, lo que le convierte en un país inseguro.

En marzo, el Parlamento alemán aprobó extender hasta el 2020 la permanencia de sus tropas en Afganistán, donde cooperan en una misión de la OTAN para entrenar y apoyar a las fuerzas de seguridad del gobierno nacional. Actualmente hay hasta 1.300 soldados alemanes desplegados en territorio afgano.