La diseñadora Ágatha Ruiz de la Prada considera que ser político, joven y llegar a un puesto de responsabilidad con «ilusión» y que «aparezca» el coronavirus es la «cabronada más grande del mundo», pero les pide que colaboren y que antepongan «salir de la crisis» a las siglas del partido. La diseñadora resta importancia al confinamiento. «Yo lo he pasado, pero no era responsable de un país», comenta y pide a los políticos que «colaboren entre ellos» que pasen por encima de intereses particulares «deben anteponer todo para salir adelante en esta situación».

La diseñadora, acostumbrada a encadenar un viaje con otro y a organizar alrededor de 70 pasarelas en un año, reconoce que le «ha cambiado la vida» y que su reto es «volver, una vez más, a empezar», regresando a sus principios: «más taller y menos avión», señala con una sonrisa desde su casa, a pesar de que se lamenta de que «nos hayan quitado de la vida una primavera». Desde allí, indica que quiere regresar a un estilo de trabajo «más mágico» y a dibujar, un aspecto que se ha perdido con los ordenadores.

UNA ViDA NUEVA / Asegura que los desfiles no volverán a ser como antes. Una de las pasarelas más cercanas en el horizonte, la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid del próximo septiembre, «no volverá a ser como el último desfile, en que en cada asiento había tres personas. Eso ha desaparecido y no sabemos si lo vamos a poder recuperar». Quizá, reflexiona, la alternativa sea «a puerta cerrada» con más medidas de seguridad. También considera que el acceso a las tiendas cambiará y pasarán a ser «pequeños museos». «Pedir cita previa para confeccionar un vestido de novia o un traje especial entra dentro de lo habitual, pero yo hago productos que no son caros como cuadernos o bolígrafos y pedir cita previa para ello es complicado». Advierte de que regresa la tendencia al trabajo de proximidad «quizá por el miedo a China, un país muy interesante al que estamos demonizando».

«Vienen años dificilísimos», añade, y «lo que hay que hacer es trabajar más y más y ganar menos», afirma, y añade: «al mal tiempo buena cara», al mismo tiempo que reclama que se vincule el día a día con el medio ambiente y a no perder el hábito de ir andando o utilizar bicicletas en los desplazamientos. Reconoce que antes de la pandemia ya hacia el «pinopuente» para no tocar manillas ni puertas [«todos se burlaban de mi»], y confiesa que pensaba «que había demasiado toqueteo». «Cuando alguien te quería saludar podías quitar la mano, quedabas como una cretina, una maleducada, parecía que te hacías la diva». Ante esta nueva realidad, ve en las mascarillas, piezas que su firma comercializa con su particular colorido, una oportunidad para «no tener que maquillarse y añadir misterio a la vida», asegura.

A Ruiz de la Prada le encanta leer, una pasión a la que ha dado rienda suelta durante este tiempo y por lo que asegura que «podría seguir encerrada».

Señala que «hay que perder el miedo y empezar a relacionarnos». Es el momento de «ser valiente. No puedes pensar que tu vida se va a parar aquí».

Sus amigos e ir a un restaurante son algunas de las cosas que más ha echado de menos durante este tiempo, «sin las llamadas hubiera sido terrible», afirma, aunque a veces ha tenido «que apagar el móvil para poder ver una película o terminar de leer».

«Tenemos mucha necesidad de salir a la calle, pero de manera responsable. Yo tenía una vida social muy divertida y superactiva y estoy deseando volver a ella e ir al Museo del Prado», asegura Ruiz de la Prada.

Ordenar, limpiar, dedicar más tiempo a la familia es el lado positivo del confinamiento, que la «gente cocine más sano, también», a pesar de que reconoce que ella no ha caído en esa tentación.