Seis años fundida en negro la han hecho, dice, mucho más fuerte. La actriz Renée Zellweger dejó atrás en abril los 50 y ha regresado a las pantallas con dos proyectos, uno para televisión, la serie Dilema de Netflix y otro para el cine, un papelón que puede brindarle una segunda nominación a los Oscar (tiene uno por Could Mountain). Bienvenida de nuevo a la luz.

Renée borda su recreación de la actriz y cantante Judy Garland en Judy, del director londinense Rupert Goold (Una historia real), que llegará a nuestras pantallas el 5 de diciembre y que la tiene ahora de vuelta a las alfombras. Desde su presentación en el Festival de Cine de Toronto, la crítica, en otro tiempo implacable con ella, se ha rendido a sus pies. A su caracterización. Y a su voz.

Estos días suena Get happy, que canta a dúo con Sam Smith, como anticipo de la banda sonora. También interpreta un sentido dueto con Rufus Wainwright. «Judy no es un biopic. No mostramos la vida de la leyenda que todos conocen. Nos centramos sobre todo en su final, en sus últimas actuaciones en un club de Londres y en sus sombras, en esa fragilidad de la mujer que es artista pero también madre y que está obligada a mostrar su mejor cara», asegura sobre su transformación en la intérprete de Over the raimbow para la que ha vuelto a cantar, algo que no hacía desde Chicago en el 2002.

Igual que su icónico personaje, Renée notó que no tenía nada nuevo que ofrecer en un Hollywood que le resultaba cada vez más tóxico y en el 2010 sintió los lametazos de la depresión. «Hollywood es un universo en el que puedes perder rápidamente el rumbo. Me gusta ser actriz, pero no soportaba nada de lo que rodea al oficio. Llevaba haciendo lo mismo durante 25 años, estaba aburrida de mí misma y sentí que era hora de parar. Me veía como una impostora que no tenía nada que aportar: no tenía ganas de actuar», ha reconocido en The Times.

Decidió coger aire. Tomó clases en la Universidad, escribió un piloto para televisión que fue rechazado, pasó más tiempo con sus sobrinas, a las que adora, e incluso viajó hasta Liberia, involucrada en un programa de apoyo a las mujeres. La actriz tejana, hija de un ingeniero suizo y de una enfermera noruega, se ha desmarcado de un hecho muy importante. Tanto las tres entregas de El diario de Bridget Jones, como Cold Mountain y Chicago, las tres películas por las que Zellweger estuvo nominada a los Oscar, fueron producidas por Harvey Weinstein. La actriz afirmó a finales del 2017 que jamás había sido víctima del productor, ahora en libertad vigilada y en espera de que dé comienzo el juicio en enero, acusado de violar a varias mujeres. Su posicionamiento le costó caro. Zellweger fue señalada como cómplice y como actriz que habría logrado algunos de sus papeles a cambio de favores sexuales.