Si en algún momento de tu vida el caprichoso destino hace que te cruces con Brad Pitt, que sepas que a la larga él no se acordará de ti. En el momento exacto en que os despidáis tras el fortuito encuentro, la mente del actor empezará a borrar los rasgos de tu cara conservando, en el mejor de los casos, los contornos de tu rostro. Y si algún día os volvéis a cruzar, Pitt te mirará a los ojos, sonreirá y no tendrá ni la menor idea de quién eres.

No, no se trata de mala educación. Ni siquiera de una personalidad narcisista o de un escaso interés por el prójimo. El célebre actor estadounidense sufre de prosopagnosia, un trastorno neuronal poco común que le impide recordar y reconocer caras. Así lo confesó en una entrevista con la revista Esquire, salida a la luz en el año 2013. En esta, Pitt explicó que esta insólita condición dificulta mucho sus relaciones sociales y que, en más de una ocasión, lo ha hecho pasar "por un maleducado".

Este peculiar trastorno se ha convertido en el tema principal de obras como Holding up with the universe de Jennifer Niver o El hombre que confundió a su mujer con un sombrero del célebre neurólogo Oliver Sacks. En ambas novelas se relatan casos de personas que padecen esta condición médica poco común, razón por la cual no pueden reconocer los rostros de las personas de su entorno. En el caso de Sacks, su aproximación a la vida de un paciente con este trastorno neurológico ha acabado consagrándolo como "uno de los grandes escritores clínicos del siglo", según apuntó The New York Times tras la publicación de la obra.

¿Qué es y por qué ocurre?

La prosopagnosia, también conocida como agnosia facial o face blindness, es un tipo de trastorno cognitivo que según algunas estimaciones podría afectar hasta un 2,5% de la población. Los pacientes que padecen este desorden de la percepción pueden recoger la información visual de su alrededor sin demasiados problemas. Es decir, pueden ver qué ocurre, reconocer objetos y procesar todos estos estímulos. Sin embargo, llegados al momento de la verdad, cuando se encuentran cara a cara con otra persona no son capaces de reconocer los rasgos que diferencian su rostro del resto.

Este fenómeno puede manifestarse con mayor o menor intensidad dependiendo del paciente. Mientras que algunos tan solo tienen dificultades para reconocer las caras de personas poco conocidas, otros experimentan dificultades incluso para reconocerse en el espejo. Aun así, los expertos apuntan a que aquellos que padecen de este trastorno acaban desarrollando mecanismos para reconocer a las personas según, por ejemplo, su voz, su manera de andar o alguna otra característica de su físico.

El primer caso documentado de esta enfermedad data del 1947, cuando el neurólogo alemán Joachim Bodamer describió el caso de tres pacientes que, tras un accidente, habían perdido la capacidad de reconocer los rostros de sus amigos, familiares e incluso sus propios rasgos faciales al verse reflejados en un espejo.

En relación con esta primera aproximación, durante años se pensó que la prosopagnosia adquirida estaba directamente relacionada con un traumatismo que acababa causando un daño en el lobo occipital y temporal del cerebro. Sin embargo, más adelante también se documentó la existencia de una prosopagnosia congénita, en la que los individuos que la padecían jamás desarrollan la habilidad de reconocer caras adecuadamente.

Últimas investigaciones

Un reciente estudio desarrollado por el Prosopagnosia Research Center del Darmouth College (EE.UU.) apunta a una posible explicación para la prosopagnosia congénita. Según explican los investigadores, en la base de esta enfermedad se podría hallar un problema neurobiológico en el cerebro que afecta el reconocimiento visual. Es decir, una anormalidad en el funcionamiento de las neuronas.

Para este estudio se realizaron resonancias magnéticas a 22 pacientes con prosopagnosia congénita y 25 participantes de control para medir y comparar las respuestas cerebrales ante determinados estímulos visuales. Por primera vez en este tipo de estudios, los investigadores optaron por mostrar videoclips de caras en movimiento en vez de imágenes estáticas, una estrategia para acercarse aún más al día a día de estos pacientes.

Tras esta prueba, los investigadores identificaron 12 áreas del cerebro (6 en cada hemisferio) que, en situaciones normales, están interconectadas y forman una red de procesamiento de la información facial. En el caso de pacientes con prosopagnosia congénita, estas áreas mostraban unas respuestas reducidas al procesar los rostros mostrados a través de los videoclips.

Según explica Bradley Duchaine, autor principal del estudio: "Estos resultados indican que los déficits en la detección de áreas de la cara pueden deberse a una amplia región de la corteza que no se desarrolló correctamente. En otras palabras, estas áreas del cerebro encargadas de procesar información visual no se conectaron correctamente durante el desarrollo".