Nuevo capítulo en el goteo de acusaciones contra Plácido Domingo por su comportamiento en el entorno laboral. Otras 11 mujeres del mundo de la ópera han acusado al tenor español de acosarlas sexualmente o comportarse inadecuadamente con ellas, según la agencia Associated Press. Esta última información llega casi un mes después de que ocho cantantes y una bailarina se pronunciaran en términos muy similares contra el actual director general de la Ópera de Los Ángeles, que ha abierto una investigación para esclarecer las acusaciones. Tanto entonces como ahora, Domingo ha defendido su inocencia afirmando que las acusaciones «son incorrectas» y que siempre pensó que sus interacciones «fueron bienvenidas y consensuadas».

La reputación del prolífico tenor de 78 años ha quedado en cualquier caso en entredicho, aunque la respuesta general del mundo operístico estadounidene ha sido la de esperar a que concluya la investigación angelina para determinar si seguirán contando con sus servicios. Es el caso, por ejemplo, de la Metropolitan Opera de Nueva York. En España tuvo la misma reacción el Palau de les Arts de València.

Domingo es uno de los grandes mitos vivos del género y uno de los pesos pesados de la industria. Las óperas de San Francisco y Filadelfia cancelaron sus actuaciones poco después de conocerse las primeras denuncias, pero en Europa la mayoría de las instituciones las mantuvieron y le han llovido apoyos a su presunción de inocencia.

El nuevo artículo de AP redunda sobre el patrón descrito en las primeras acusaciones. Habla de un hombre atraído por las jóvenes, a las que habría perseguido con llamadas a cualquier hora, recurrentes invitaciones para verse a solas, tocamientos indeseados o intentos de besarlas en los labios. Como sucedió en el primer artículo, solo una mujer le acusa con nombre y apellidos, la soprano de 48 años Angela Turner Wilson, quien desarrolló su carrera casi exclusivamente en Norteamérica antes de dedicarse a la docencia en una universidad cristiana de Tejas. Las otras no han querido revelar su identidad porque siguen trabajando en la industria y temen ser objeto de represalias que afecten a sus carreras.

Wilson trabajó con el tenor y barítono en la puesta en escena de El Cid en la Ópera de Washington a finales de los 90, cuando Domingo era director artístico de la institución. Tenía 28 años, y según su relato, poco a poco fue sintiéndose acosada por Domingo. «Te adoro, Ángela», le habría dicho un día en un descanso de los ensayos.

A aquellas palabras susceptibles de ser interpretadas como un simple gesto de admiración profesional, le siguieron frecuentes invitaciones para ir a cenar o acudir a su casa, así como irrupciones en el camerino de ella o peticiones para que le diera un beso. «Yo le decía: ‘No, maestro’. Lo dije muchas veces. Pensaba que incluyendo ‘maestro’ en la respuesta seguiría siendo respetuosa», ha contado Wilson, que estaba casada, igual que el cantante.

El episodio culminante de su historia llegó durante una sesión conjunta de maquillaje. Domingo se levantó, se situó detrás de ella, le puso las manos en los hombros y, mientras ella le miraba en el espejo, le metió la mano en el sujetador y le magreó un pecho. «Me dolió, no fue suave. Me lo agarró fuerte», ha dicho ella.

Al final de aquella temporada, Wilson fue nombrada por la ópera de la capital como Artista del Año, pero nunca más volvió a ser contratada por la compañía, lo que atribuye a su desencuentro con el cantante tras haberlo rechazado.

SECRETO A VOCES / Los portavoces del cantante madrileño han negado las denuncias. «Están llenas de inconsistencias y, como las aparecidas en el primer artículo, son, de muchas formas, simplemente incorrectas», dice el comunicado, que acusa a la agencia informativa de haber lanzado una campaña «poco ética» para «denigrar a Plácido Domingo». La portavoz de Domingo, Nancy Seltzer, también ha añadido que no aportarán explicaciones para demostrar su versión porque el asunto está bajo investigación por parte de la Ópera de Los Án geles.

El artículo también sostiene que la supuesta tendencia del tenor a acosar a algunas de sus compañeras era un secreto a voces en la profesión. Así lo afirman algunos empleados de la ópera o el barítono Robert Gardner, a quien le extraña que haya tardado tanto tiempo en darse a conocer el comportamiento del cantante. Gardner ha corroborado el relato de la mezzosoprano Patricia Wulf, la única mujer que había hasta ahora dado la cara. «Yo vi cómo se comportaba y maniobraba entre los ensayos para acercarse a ella, mientras ella hacía lo posible por evitarle».