Nacida en Chicago (EEUU), de madre española y padre estadounidense, Paloma Bloyd comenzó en el mundo televisivo de la mano de Supermodelo, concurso de Cuatro en el que competía con la mismísima Alba Carrillo por hacerse un hueco en las pasarelas. Pero pronto cambió los flashes por la interpretación, participando en películas como Perdona si te llamo amor, Little Galicia y El hombre que mató a Don Quijote. Hace dos temporadas se sumó a la familia de Cuéntame cómo pasó, donde ahora es ya una más de los Alcántara. Concretamente, la nuera de Antonio y Mercedes, ya que su personaje, Deborah, acaba de casarse con Toni.

¿Cómo será esta temporada para Toni y Deborah, ahora que ya han tenido su boda judía?

Habrá cosas muy placenteras para ellos y, a la vez, van a vivir sustos.

Ahora que ya es la nuera de Antonio y Mercedes... ¿hay cambios en su relación?

Deborah ya ha ido cambiando su personalidad. Empezamos viendo a una mujer más recatada y fría, con esta cosa de la disciplina inglesa, con algo de cuadriculada al ser matemática y, poco a poco, los Alcántara se la han ido llevando a su terreno con esa manera tan pasional que tienen de afrontar las cosas.

¿Qué le ha aportado Deborah a los Alcántara?

Ella es un reflejo de un momento que vivió España en su día, que fue cuando el país se empezó a globalizar. Deborah les parece interesante y les fascina en muchos aspectos por cosas que trajo consigo, como la igualdad de géneros, pero, por otro lado, no saben hasta qué punto confiar en ella.

Usted es también fruto de esa globalización. Nació en Chicago de madre española y padre de EEUU.

Mi padre es americano y mi madre, de Gijón. Yo tenía cinco meses cuando nos mudamos a Asturias y, a los 9 años, nos volvimos a EEUU, pero regresaba a España todos los veranos para estar con la familia. Cuando cumplí los 18 años, tenía claro que me apetecía vivir aquí.

Ser bilingüe le ha llevado a trabajar en algunos proyectos internacionales, como en las películas El hombre que mató a don Quijote y La fría luz del día y la serie europea Los Borgia.

Es algo que me ha dado la oportunidad de trabajar de otra manera. En Los Borgia, por ejemplo, hacía de una princesa española, Carlota de Aragón, y como mi acento en inglés es americano, al final tuve que hacer el casting con acento de española. Me imaginé a mi madre hablando en inglés. Ella es doctora en lingüística y profesora de Inglés en un instituto de Madrid y, desde que éramos pequeñas, cuando le hablaba en castellano, me contestaba en inglés. Fue un experimento para que mi hermana y yo fuéramos bilingües: dependiendo del país en el que estábamos, nos hablaba en el otro idioma para que lo tuviéramos muy presente.

En el casting de Cuéntame también probó muchos acentos.

El proceso fue bastante largo, hice cuatro o cinco, los últimos con Pablo. Al principio, la directora de casting me pidió que lo hiciéramos con y sin acento. Tenemos cuatro directores, y algunos preferían a Deborah con acento y otros sin. Empezamos con un acento más fuerte y ahora se ha rebajado muchísimo. Se ha ido disipando porque han pasado tres años, trabaja en español y habla en ese idioma con su pareja.

Hace años que se rumorea que acaba Cuéntame, pero los Alcántara siempre siguen al pie del cañón.

Por lo que me ha contado Miguel Ángel Bernardeau, el productor ejecutivo, ellos siempre se plantean Cuéntame como si fuera la última temporada. Han comparado mucho la serie con la película Boyhood, porque ha pasado de ser una ficción a una especie de experimento sociológico, en el que estamos viendo envejecer a los actores. Lo bonito es que sea el espectador el que decida cuándo termina Cuéntame.

Mucha gente la habrá descubierto con Cuéntame, pero usted empezó en la tele como concursante de Supermodelo.

¡Lo que ha dado de sí ese concurso! Mira que ha pasado tiempo, más de 10 años, y hay veces que todavía me para por la calle gente que veía el programa.

¿Se arrepiente de haber participado en ese concurso, después de haberse decantado por la interpretación?

Hay cosas de las que no tiene sentido arrepentirse. Cada uno tiene sus vivencias y, gracias a ellas, te vas moldeando como persona. En ese momento fue: vamos a probar por aquí. Hay cosas para las que Supermodelo me ha servido y me ha abierto puertas, como mi primer trabajo profesional, que fue con Verónica Forqué en el teatro.

¿La conocía del concurso?

Sí, veía Supermodelo con su hija, que en ese momento quería ser modelo... ¡y yo era su favorita! (ríe). Como descubrió gracias al programa que estaba estudiando interpretación, me hizo un casting en Madrid para su obra de teatro. ¡Estuvimos tres años con la función, hicimos temporada en Madrid y recorrimos España! Finalmente, mi madre tenía razón, porque fue ella la que me empujó con el tema de Supermodelo.

Una madre siempre sabe lo que le conviene a su hija.

Ella me decía: "Nunca sabes dónde te pueden salir las oportunidades". Así que Supermodelo me vino muy bien y lo de que te puede cerrar puertas... será hasta donde tú dejes que te las cierren. Porque creo firmemente que uno, trabajando duro, puede abrir cualquier puerta.

Por cierto... Compartió concurso con Alba Carrillo.

Y con Noelia López, que fue la ganadora de aquel año.

¡Qué caminos tan distintos han tomado usted y Carrillo!

¡Lo raro sería que tomáramos el mismo!