Cita joyera en el reformado hotel Bless de Madrid, en el lustroso barrio de Salamanca. La familia Rabat servía el miércoles por la noche ostras y champán para mostrar una nueva colección ambientada en los años 70 y como perchas de lujo tuvo a dos piedras preciosas del panorama social, dos referentes de estilo cada una desde su atalaya y sin hacerse sombra. De un lado, Amaia Salamanca, que el 28 de marzo cumplió 33 años, y de profesión, sus películas. Y del otro, Isabel Preysler, de 68, y de oficio, sus exclusivas y amoríos. Ambas defendieron con prestancia su cometido. A saber, lucir turmalinas, corales y comentar banalidades con aplomo ante los medios.

Isabel fue la última en aparecer pero la traemos al inicio de esta crónica, dado el revuelo de su primera salida desde el nacimiento de su nieto, de nombre Miguel como es sabido, hijo de su hija Ana Boyer y del tenista Fernando Verdasco. «Es muy pequeño aún para sacarle un parecido, pero estamos todos encantados. Los nietos rejuvenecen», dijo Isabel entre los codazos de los cámaras.

NADA DE VARGAS LLOSA / Comentó además que está feliz con que su hija Tamara se haya echado novio y que su hijo Enrique haga de padrazo total (como exhibe en Instagram). De Mario Vargas Llosa no dijo nada, quizá para no levantar de nuevo la veda de una futura boda y porque esas cosas se las reserva para el ¡Hola! o para el escritor Santiago Roncagliolo.

Añadió que ojalá pueda disfrutar mucho de esta criatura y que los abuelos están «para consentir» y los padres «para educar». Y poco más, salvo el comentario acertadísimo de un reportero gráfico cuando pidieron poner distancia entre ella y los focos. El hombre soltó: «No, si un día hasta nos pondrán concertinas entre los famosos y nosotros».

Además de las joyas de Rabat, lucía Isabel un vestido azul celeste con estampado floral de Andrew Gn, un detalle que siempre viene bien cuando no hay mucho más que decir.

Más dicharachera estuvo la actriz madrileña Amaia Salamanca (Sin tetas no hay paraíso, Gran Hotel, Velvet), preciosa con un primaveral modelazo de The 2nd Skin y de rubio platino porque ella, dijo dos veces, es «ecléctica» y no por exigencias de ningún guion. Está seca después de casi dos meses de promoción de las tres comedias que hizo el año pasado, «todas ellas muy diferentes» y que se están estrenando ahora. A saber: «A pesar de todo, para Netflix; Qué te juegas, de la debutante Inés de León ya en cines; y Lo dejo cuando quiera, que se estrena el 10 de abril.

CONCILIACIÓN / Aseguró encontrarse en un buen momento profesional («luego me pasaré meses mordiéndome las uñas en casa»), que su marido, Rosauro Varo, no suele acudir a los photocalls, y que del anillo para cuándo pasamos a otra pregunta porque bastante compromiso es tener tres hijos (Olivia, Nacho y Mateo).

Para ella, lo de conciliar no es ningún secreto cuando tienes a gente que te ayuda en casa. «El verdadero ejemplo es el de esos hombres y mujeres que sacan adelante a las críos sin apenas ayuda», remató.

Hubo un momento que se escapó a los cámaras, cuando se saludaron la Preysler con Francisco Rivera y Lourdes Montes. Fue como si dos páginas de las revistas del corazón se rozaran sin apenas tocarse. Dijo Francisco que ve muy bien a su hermano Kiko y a su mujer, Irene Rosales, en la casa del reality show de Tele 5 Gran Hermano.

«Estamos descubriendo al verdadero Kiko. Yo los veo ganadores», avanzó. Pero torció el gesto cuando le preguntamos qué le parecía que otra Isabel, la Pantoja, estuviera negociando su participación en Supervivientes.

O cuando le preguntaron a Lourdes si las espadas siguen en alto en el tema cuñadas: Lourdes versus Eva González. «Vamos a disfrutar de la fiesta», dijeron ambas a dúo. De todos modos, el invitado que mejor pareció pasárselo fue Jaime de Marichalar. Llegó con los preparativos y cuando los camareros retiraban las copas y la música setentera dejó de sonar --faltó Julio Iglesias, hubiera sido un detalle digno de mención-- aún seguía ahí, de charla con una rubia no platino en un sofá del hotel.