Su anterior disco versaba sobre Los hombres sensibles. Pero esta vez Sole Giménez (París, 1963) tiene el inmenso placer de presentar Mujeres de música, un disco de versiones en el que, con esa voz suya tan inconfundible, cuenta al mundo que fueron mujeres las que escribieron el ramillete de canciones que ha elegido y que las quiere reivindicar. El cedé viene con traje de lujo, un libro con 50 páginas. El próximo 5 de abril ofrece un anticipo en el FNAC de la plaza de Cataluña.

-¿Así que La flor de la canela, Bésame mucho y Dos gardenias las compusieron mujeres?

-Pues sí. Chabuca Granda, Consuelo Vázquez e Isolina Carrillo. Ahí estamos, reivindicando el talento de esas creadoras y acercándonos un poquito también a Latinoamérica.

-Es usted una corredora de fondo.

-Yo sigo en la brecha, que no es fácil. Con ganas y proyectos mientras el cuerpo y la voz aguanten. Siento que me queda mucho por hacer. Pero estoy encima de todo, picando piedra. En la mina total. En los últimos años estamos en una veta muy difícil: granito puro. Así que afilas un poquito más la herramienta y sigues abriendo camino. No hay otra.

-Ahora le toca reivindicar.

-Llevaba tiempo detrás de esta idea, antes incluso de publicar el disco de los hombres. Porque es que pasa muy desapercibida la labor de composición de las mujeres en la música. Parece que hay más chicas porque las ves cantando, pero no son tantas.

-Tampoco tocando.

-Exacto. ¿Qué estamos haciendo mal? Quizá tampoco nosotras nos damos oportunidades a nosotras mismas. Es una reflexión que hago con mis compañeros. Ahora estoy montando la banda para este proyecto y me apetece que haya chicas. Tengo una pianista y una violinista. Pero no es fácil. Es duro.

-¿Se han quedado muchas composiciones fuera?

-Alguna. Qué pena no tener más presupuesto para meter más canciones y decir: «Miren, están aquí, son ellas». He intentado que las autoras que están tengan mucha personalidad: Rosana, Mari Trini, Rozalén, Natalia Lafourcade, Violeta Parra... Son mujeres que, bajo mi punto de vista, han aportado cosas interesantes a la música, un lenguaje nuevo, como hizo Eladia Blázquez con el tango en Argentina. Y también Dona Ivonne Lara, que fue la primera mujer brasileña que consiguió meter una de sus sambas en el Sambódromo de Río de Janeiro, un terreno que es totalmente masculino.

-¿Qué le ha dicho Rosana de cómo suena en su voz Talismán?

—Pues le ha encantado. La llamé y le dije: «Mira, hemos hecho esto con todo el cariño». Lo escuchó y le gustaron mucho los arreglos de jazz de Iván Melón Lewis. Lo mismo le ha pasado a Rozalén. «¿Cómo yo, con tanta mujer talentosa?», me preguntaba.

-¿Cuál es la fórmula para que suenen distintas en su voz?

-No la hay. Yo me rodeo de un equipo fantástico de compañeros que entienden lo que queremos hacer. Conseguir que lo que hacemos suene con cierta personalidad, con un sello propio, es todo un lujo. Pero es lo mismo que nos pasaba en Presuntos Implicados. Tampoco sabíamos hacerlo de otra manera. Lo llevábamos a nuestro terreno musical, a mi tesitura de voz.

-Fueron 22 años de Presuntos, pero yo creo que Sole se maneja mucho mejor en las distancias cortas.

-Yo también. Cuando dejé Presuntos dejé los grandes auditorios. Era lógico. Sabía que, aunque no desde cero, tenía que construir una carrera en solitario. Había que reducir las expectativas, ser más humilde. Los teatros -no los club de jazz, que he hecho muy pocos- son mi espacio ideal, donde la música que hacemos mejor suena y se entiende. Quizá sea inmodesto, pero con el tiempo he ganado.

-Nos separa un océano pero nos iguala un idioma. ¿Qué tenemos pendiente con aquellos cantes?

-Nos falta valorar mejor toda esa cultura y ese rico bagaje musical.

-Pero la industria discográfica va por otros derroteros.

-Porque la industria musical es muy corta de miras y, sobre todo, no siente la responsabilidad que creo que debería tener con el oyente.