El biólogo Agustí Arasanz impulsa desde hace un año un nuevo concepto de joyería, innovadora y futurista, pero con muchos quilates de valor emocional. Se le ocurrió al comprobar la reacción de la gente cuando contemplaba por primera vez la fascinante forma en la que se presenta el ADN al hacerse visible. Desde el Tecnocampus de Mataró, donde se ubica la empresa Orygen, hace joyas con la nebulosa blanquecina que contiene nuestro código secreto. «Lo que hacemos es juntar miles de estas cadenas de ADN para formar una nebulosa que encapsulamos en un medio, una resina, y sobre esta resina le damos calidad poniéndole cuarzo, topacio u otros elementos», explica Arasanz. El método, basado en los fósiles conservados en ámbar que se exhiben en muchos museos, «mantiene en la joya el ADN estable y en buena calidad durante muchos años». Tras elegir la joya se recoge la muestra de ADN, para la que basta con un poco de saliva, y culmina con la creación artesanal de la pieza, cuyos precios van desde los 150 a los 360 euros.