Javier Cercas cierra hoy, con la publicación de ‘El monarca de las sombras’ (Literatura Random House), un amplio ciclo sobre la memoria histórica que empezó con ‘Soldados de Salamina’ y prosiguió con ‘Anatomía de un instante’ ‘y ‘El impostor’. Un libro que ha definido como “belicosamente antibelicista” en la presentación, esta mañana, en Madrid. Cercas se atreve finalmente en este libro a enfrentarse al pasado franquista de su familia, con la figura central, que no única, de Manuel Mena, un tío de su madre que se alistó en una bandera de Falange, combatió como alférez provisional con los tiradores de Ifni y murió durante la batalla del Ebro.

De nuevo en ‘El monarca de las sombras’ Cercas incluye dos elementos, la propia historia familiar y el proceso de investigación, en el que participan su mujer, sus hijos, su madre (“es la verdadera protagonista del libro”) y el cineasta David Trueba, con algunas escenas en las que habla abiertamente de su ruptura matrimonial (hasta que en un clímax hilarante la tensión se rompe cuando exclama “!Qué tengo yo que no tenga Viggo Mortensen!”. “Escribo novelas de aventuras sobre escribir novelas”, ha dicho.

MANUEL MENA, ALFÉREZ CAÍDO CON CALLE EN IBARHERNANDO

Su tío Manuel Mena tiene calle dedicada en el pueblo del que Cercas se fue a los 4 años con destino a Girona, Ibarhernando (Cáceres). “Es una historia que tengo en la cabeza desde que tengo prácticamente uso de razón, una historia fundacional; tengo la sensación de haberme estado preparando desde siempre para escribirla y creí que no iba a poder porque tenía que abordar el pasado más desagradable, para mí más vergonzoso, de mi familia, y el pueblo del que he descubierto que nunca me fui. Pero por fin -ha explicado- he conseguido hablar de mis orígenes, que no quería contar porque equivocadamente pensé durante mucho tiempo que contarlo era justificarlo, hasta que entendí que contar esta historia era asumirla”.

Al igual que en ‘El impostor’, Cercas cree que se ha enfontado “a lo que hacemos los españoles cuando se trata de nuestro pasado mas conflictivo y más duro, en lugar de afrontarlo con toda su complejidad y dureza, esconderlo, edulcorarlo, amañarlo para no tener que mirarlo de frente”. En este proceso, el escritor ha descubierto que su abuelo fue el primer alcalde franquista de Ibarhernando y que tuvo un papel no del todo inocente en alguna condena a muerte, pero al mismo tiempo que en cuanto acabó la guerra cortó en seco con la Falange.

EL SILENCIO FAMILIAR

De hecho, solo su madre insistía en recordar la figura de ese joven falangista. No la madre del fallecido, que recibió su cuerpo con el brazo en alto y un ‘arriba España’ pero acabó quemando todos sus recuerdos. “La familia queda olvidarse, acabar con el dolor que supuso la muerte de un chaval de 19 años. Era una especie de sombra que estaba allí y yo quería despejar; con esas sombras cargamos casi todos, es asombroso el el desconocimiento que tenemos todos de nuestro pasado familiar”.

Una de las lecciones de la novela es que el pasado forma parte de nosotros mismos, y sigue vivo. “Durante mucho tiempo me avergonzaba que este fuese el héroe d ela familia, me avergonzzaba que mi familia fuese franquista, y yo no sabía hasta qué punto. Pero vienes de donde vienes y eso no puedes evitarlo. Tienes que hacerte cargo de ello porque eso vive dentro de tí”. “El pasado -añade- no es solo la raíz del presente, es parte del presente, sin ese pasado el presente no existe, el pasado no está muerto, ni siquiera es pasado, es presente”.

Cree Cercas que en el fondo su madre al recordar esa figura no glorificaba al combatiente sino que lamentaba al joven que debería haber vivido. En este sentido, dice, su novela es “belicosamente antibelicista”.

En ningún caso cree Cercas que acabe justificando la causa por la que luchó su joven tío abuelo, aunque sí el valor moral de este. “Pienso que no murió por la patria, murió por culpa de una panda de hijos de puta que envenenaban el cerebro de los niños y los enviaron al matadero. Uno de esos hijos de puta era Rafael Sánchez Mazas. Detrás de todo genocidio hay un poeta; los niños van a la guerra por palabras, por poesía, por ideales. Por eso el destino de ese chaval es particularmente triste, porque luchó en el bando equivocado”.