«No me claves tus puñales por la espalda/ tan profundo no me duelen/ no me hacen mal». Andrés Calamaro grabó Flaca en 1997, cuando Micaela Breque tenía siete años. La canción podría enmarcarse en el subgénero del despecho musical, y es posible que quien fuera su novio, casi 30 años mayor, entre el 2010 y principios del 2017, pudo, al volver a cantarla, haber pensado otra vez en ella. Breque, desde hace meses, escucha otra música que la embelesa. Viene de las manos de su actual pareja, el pianista inglés James Rhodes. Suena en Madrid, donde viven juntos. El pasado es tan lejano como la canción en la que Calamaro le pide a su mujer perdida que no le mienta ni le diga la verdad. De los siete años en pareja como un rock star que se define como «feminista, ateo y socialista pragmático» y, a la vez, amante de la tauromaquia, apenas le queda una nota al pie en su biografía sentimental.

Rhodes, de 43 años, abandonó Londres para estar con la modelo y aspirante a actriz. «Encontré un hogar», dijo. Y en esa casa está ella, que llegó al pianista por azar. Breque supo de él por Instagram. Es decir: en principio fue una imagen. Después se enteró de que estaba separado y era el padre de un niño. Y era un concertista peculiar, lejos de los arquetipos de lo que debía entenderse como un «pianista clásico». Es posible suponer que ahí Breque comenzó a escuchar sus discos, llamados de una manera extraña: Razor blades, little pills and big pianos o Bullets and lullabies, en el que Rhodes ofrece sus versiones de Maurice Ravel, Fréderic Chopin, Claude Debussy, Edward Grieg y Johannes Brahms.

La modelo cuenta que además leyó Instrumental, el libro que Rhodes escribió para tratar de dejar atrás el trauma de los abusos sexuales durante su niñez, y que le costó el divorcio de la madre de su hijo. «Quedé muy conmovida, como tantos. Y le puse un comentario en Instagram sin ningún interés. Solo para agradecerle la valentía por contar eso. Me pareció heroico. Me contestó y con el tiempo fuimos hablando más y un día fue a Madrid a un concierto. Y así empezamos».

Aspirante a actriz

Cuando la prensa argentina quiere saber cómo reinició su vida en pareja, ella repite casi siempre lo mismo. «No fue algo que estuviera en mis planes». Vivía en Madrid, donde compartía un piso con otras amigas, enfocada a atenuar su acento tan sudamericano y estudiar teatro con Juan Carlos Corazza, un maestro argentino de actores que fue importante en la carrera de Javier Bardem. Realizaba audiciones con el deseo de ser alguien más que la novia de un músico. Rhodes, con el que mantenía una relación de pocos meses, pensaba instalarse en Barcelona. Sin embargo, algo sucedió en el medio. «Cuando la relación empezó a florecer, él cambió a Madrid y me lo propuso».

Hubo un momento en el que Breque dudó. «No sabía qué responderle». Pero recibió un mensaje que la convenció. Ese mensaje le avisaba: «Yo voy para vivir juntos. Si ya vivís con desconocidos... Me dejó en jaque mate». Y así fue. «Lo intentamos y va muy bien».

Insiste en que nunca planea nada y que cuando trata de controlar las cosas le salen mal. Siempre le preguntan por ese Calamaro con el que se casó en secreto en Las Vegas. «Las relaciones humanas, tranquilas o no, son complejas. Con Andrés todo bien, es una historia que terminó y él sabe, además se lo dije, que le deseo lo mejor de todo corazón. Es un gran tipo y un gran artista. Compartimos tantos años y no podría quedarme con rencores. Al final siempre voy donde me siento nutrida, en todos los aspectos de la vida», sentenció Micaela Breque.