Lo había dicho Stephen Colbert y lo volvió a repetir en la gala de los Emmys 2017: la mayor estrella de la televisión en el último año ha sido Donald Trump. Y sin duda en la ceremonia del pasado domingo no hubo nadie a quien se hicieran más referencias. Dudosamente alguna le agradará.

Colbert marcó el camino de la noche en su monólogo inicial. En él se rió del hábito de abundante consumo televisivo por los que es famoso el presidente y de sus furias tuiteras. Y se rió también de las críticas que ha hecho en el pasado Trump (incluyendo un debate presidencial con Hillary Clinton) por no haber ganado nunca un Emmy con su reality show, The Apprentice. «¿Por qué nunca le dieron un Emmy?», preguntó a la audiencia. «Si hubiera ganado apuesto a que no se habría presentado a presidente».

Algunas de las flechas sarcásticas de Colbert llevaban veneno político, como cuando aseguró que Trump no ganó el premio de la tele «porque, a diferencia de la presidencia, los Emmys se dan al ganador del voto popular» (Clinton obtuvo más votos que él).

El mayor golpe de efecto del monólogo llegó cuando Colbert empezó a reírse de la obsesión de Trump con las audiencias.

AUTOPARODIA DE SPICER / En ese momento apareció en el escenario Sean Spicer, el exportavoz de la Casa Blanca, con un podio móvil como el que usaba Melissa McCarthy en los gags interpretando a Spicer en Saturday Night Live (una caricatura por la que ganó un Emmy). Ante el asombro y las risas del público, Spicer jugó con las mismas palabras que pronunció tras la toma de posesión: «Esta será la mayor audiencia en presenciar un Emmy, punto, tanto en persona como en todo el mundo».

Otros muchos hicieron menciones y críticas a Trump. Alec Baldwin, premiado por su interpretación como presidente de EEUU, le dijo irónicamente que por fin tenía su Emmy. Donald Glover, el actor y director negro premiado por Atlanta, le dio irónicamente las gracias «por haber hecho a la gente negra número 1 en la lista de los más oprimidos». Y cuando Dolly Parton, Jane Fonda y Lily Tomlin presentaron uno de los galardones, rememoraron una de sus comedias juntas en 1980. Como en aquella película, dijo Tomlin, «en el 2017 nos seguimos negando a ser controladas por un tipo sexista, ególatra, mentiroso e hipócrita».

LA GANADORA / En la 69ª edición de los premios Emmy de la televisión estadounidense, la elegida como mejor serie de drama fue The Handmaid’s Tale, la adaptación de la novela de Margaret Atwood cuyo retrato de una sociedad distópica ha cobrado relevancia en la era de Trump. Y el reconocimiento fue a la producción de la plataforma de televisión por internet Hulu, ya que su protagonista, Elisabeth Moss, ha conseguido que por primera vez el premio gordo de la televisión estadounidense se lo lleve un servicio de streaming. Lo que quizá nadie había podido anticipar es que no fueran las más conocidas Netflix o Amazon.

Cuando Oprah Winfrey presentó el galardón habló de la televisión como «la gran superviviente». Y no le faltaba razón: detrás de los nominados estaban no solo los creadores para las nuevas pantallas sino también los canales de cable y de televisiones generalistas. The Handmaid’s Tale, con premios también para Ann Dowd y por guion y dirección, no ha sido la única triunfadora. En esa categoría entran, por ejemplo, Veep y Big Little Lies, dos producciones de la prestigiosa cadena de pago HBO. La comedia ha sido coronada por tercer año consecutivo y ha llevado a su protagonista, Julia Louis-Dreyfus, a un récord espectacular: es la primera actriz que gana seis veces seguidas por el mismo papel.

La miniserie Big Little Lies, por su parte, barrió. Además del premio en su categoría ha llevado a su primer Emmy a Nicole Kidman. Y ha galardonado por sus trabajos de reparto a Laura Dern y Alexander Skarsgard, y ha sumado también un premio por la impecable dirección.