Javier Morato (Valverde del Camino, Huelva, 1977) no desfiló en la reciente pasarela 080, pero tuvo una tienda efímera con sus zapatos que, aparte de bien hechos, molan. Él se presenta como el banquero que decidió volver a la horma familiar para hacer algo distinto, como por ejemplo los mules de Palomo Spain.

«En Valverde del Camino la tradición del calzado se remonta a cuando los ingleses explotaron las minas de Ríotinto. La tradición es también la romería del Rocío y por eso el boto de Valverde nació de la necesidad de hacer el camino. Mi abuelo, en los años 30 y 40, tomaba las medidas y, al año siguiente, entregaba el par de botos al cliente. Mi madre es aparadora, cose zapatos, desde los 15 años. Montó el taller en el pueblo con mi padre, que murió hace un año», recuerda.

EJECUTIVO CON CORBATA / Con 16 años, Javier se fue del pueblo a Sevilla, a estudiar Económicas. Luego a Inglaterra. Siguieron sus 18 años en la banca por España. Luxemburgo, Suiza, Andorra, del Banc de Sabadell a Andbank, gastando zapatos de ejecutivo y corbatas serias. «Y yo le decía a mi padre que no tenía ningún sentido ir trajeado y tener que gastarme dinero en zapatos malos porque en mi casa solo se hacían botos. Así nació todo esto».

Todo esto es los zapatos Javier Morato. «Hicimos hormas y patrones nuevos, buscamos pieles de la mejor calidad... lo que nosotros hacemos ahora en Valverde no lo hace nadie. Somos los de los zapatos raros», admite satisfecho.

¿Y cómo llegó el cordobés Palomo Spain hasta usted? «Él tenía un zapatero francés con el que no se entendía bien. Y a través de un amigo en común conoció nuestro trabajo y empezamos a colaborar. Como visibilidad de marca está muy bien, como salida comercial no tanto. No hay tantos caballeros con un 44 que se pongan un zapato con ocho centímetros de tacón y acabados en punta, por lo menos en España. Palomo está ahora muy en voga, pero colaboramos también con muchos más. De hecho, nuestro fuerte es fabricar para otros. Como Javier Morato estamos haciendo solo hombre».

El espejo es Italia. «Es otro mundo. Los tíos son más arriesgados a la hora de vestir. Comerán pasta un mes seguido para darse un capricho en moda, te lo dicen ellos. Ven un zapato de los nuestros, que vale una media de 250 euros, y compran cuatro pares. Tienen una corbata, pero es de Valentino. Claro que para nosotros es muy difícil entrar en ese mercado. Primero van ellos. Ferragamo, Santoni, Tod’s... son muy buenos en calidad y en diseño. Los ingleses fabrican también con mucha calidad, pero en diseño son más casposos, si se me permite. Nosotros vamos detrás, somos los acomplejados. Tenemos un buen producto pero no tenemos cojones dar un golpe en la mesa y decir ¡señores, aquí estamos!».

Clásicos y no tan clásicos / Hay que aclarar que las pieles de avestruz o de pitón de un zapato Javier Morato no son tales. Es todo vacuno al que se le da esa textura. «La línea vertebral de la colección es clásica. ¿Tú quieres unos zapatos marrón, burdeos o negro con cordones? Los tenemos. Tienes el Oxford, el dos hebillas... pero también buscamos arriesgar, y hacer acabados a petición de cada uno de los clientes».

Su marca, con un logo en forma de mora, va detrás del gentleman, del dandy, también del profesional liberal. Y de caras conocidas, como el actor Aldo Comas, que ha colaborado en algunos diseños y los luce en las alfombras rojas.

«¿Por qué no un pitillo con un zapato rojo o azul? ¿En coco o en avestruz? -se pregunta-. También tenemos excentricidades como un zapato con un aplique de piel de conejo o con cristales de Swaroski. Son la pasarela del zapato».

Pero el salto de los botos a las alfombras rojas ha sido «súper natural». El siguiente paso es la formación de artesanos y artesanas en Valverde, invertir en las instalaciones y abrir puntos de venta y tienda propia. De momento, ya tienen una en Madrid, concretamente en la calle Almirante, número 6.