Nueva entrega del culebrón Arantxa Sánchez Vicario-Josep Santacana. Esta vez desde Miami, con estilismo incluido y vía exclusiva para ¡Hola!. «Lo que estoy viviendo no se lo deseo a nadie», asegura una sonriente Arantxa, de 47 años, mientras posa con un tazón de fruta en la cocina de su apartamento en Florida.

La extenista aprovecha para entonar un mea culpa y pedir perdón a su familia por el daño causado, pero se guarda un revés para quien aún es, legalmente, su marido: «Al señor Santacana no creo que deba decirle nada. Él ya habla con todos sus actos y sabe muy bien lo que ha hecho. La persona que he descubierto no es de la que me enamoré», recuerda. Responde así a la aparición que se marcó Santacana el pasado 4 de marzo cuando, a la puerta de los juzgados de Esplugues de Llobregat, aseguraba: «Nuestra relación es cordial, nos vemos y hablamos todos los días. Acabamos de celebrar juntos el cumpleaños de nuestra hija». Arantxa no es tan conciliadora. «Este hombre es maquiavélico». Y aclara: «La mediadora del juzgado nos pidió que estuviésemos los dos en el cumpleaños de la niña (Arantxa, de 10 años), pero lo que no me podía imaginar es que mandara fotos a la prensa para tratar de enseñar que estamos bien. Es surrealista».

La excampeona de Roland Garros añade: «Lucho un partido a cinco sets ante un rival muy duro, pero si algo tengo es resistencia. Nunca podré perdonar todo lo que está haciendo para dañarme. Nosotros no hablamos, no compartimos nada... Solo cuando llama, le paso el teléfono a mis hijos y nada más».

Lamenta el trato dado a su familia. «Acusé y fui injusta con mi padre [fallecido en el 2016]. Me hubiera gustado pedirle disculpas, despedirme diciéndole lo mucho que lo quería». Pide perdón a su hermano Javier y dice que su madre, Marisa, está a su lado. «Me apoya aun habiéndole dado mil patadas».