Entra en el estudio con los labios de un rojo empoderado y pisando fuerte con unos botines del mismo color. Tras la sesión de fotos, firma en el muro de los artistas. “Anaju. Teruel existe”, escribe. En esta provincia (concretamente en Alcañiz) nació Ana Julieta Calavia, Anaju, y 26 años después aspira a ponerla en el mapamundi con su música. Tras su primer single,‘e iré, que sacó en OT cuando todavía no se había ido, acaba de publicar una pequeña maravilla titulada Rota.

“Mi madre me dijo un día: “Hija mía, Me iré, Rota… ¿estás intentando decir algo?, ¿estás bien?”, comenta entre risas. Y es que esta última canción, profundamente intimista, a la que le acompaña un videoclip hipnótico, habla de alguien que no lo está: “Con Mario Sanz, el director, queríamos trasladar al vídeo la idea de magnetismo que había en la canción, que habla de una relación que se rompe, pero sigues ahí. La idea de trasladarte como un bloque de personas que luchan por mantener esa atención con la cámara y no se pueden despegar”.

Aparte de la interpretación, suya es la composición, la producción (con ayuda de Raúl Fernández, Refree) e incluso la portada, basada en el concepto del kintsugi: “Una técnica japonesa que consiste en que la cerámica rota es reparada con oro, creando de la fragmentación algo bello”. Todo está cuidado hasta el mínimo detalle: “No es porque sea mi hijo, pero ha quedado una cosa muy bonita”, confiesa. Y también que valora especialmente los vídeos que le han llegado de bailarines de danza contemporánea interpretándola: “No hay mejor regalo que la gente haga suya tu obra y te muestre cómo la siente”.

Insomnio creativo

Cuenta la cantante que Rota la compuso un día de insomnio de los muchos que sufrió durante el confinamiento: “Tuvimos que salir precipitadamente de la Academia y hubo que absorber tal cantidad de información, no solo de OT, sino también de la pandemia y de experiencias personales, que no podía dormir. Si algo nos ha dado la pandemia, que pocas cosas han sido, son estos procesos artísticos. Era un tiempo de parar, escanearte un poco y si tenías una inquietud artística, sacarla”, cuenta.

La cantante posa en el estudio. / JOAN CORTADELLAS

Aunque sus singles rezuman sensibilidad y están plagados de sonidos que se van descubriendo, la Anaju mostró en el concurso de TVE su talento para la música urbana, con coreografías muy celebradas. “No me importaría estar abierta a cualquier estilo”, asegura, la joven, que fue protegida por las diosas a las que ella reza: entró en OT con una canción de Rosalía (Catalina), se salvó de una nominación con otra de Nathy Peluso (Sandungera) y pasó a la final con una de María José Llergo (Nana del Mediterráneo): “Es cierto, no había caído. Pero es que son artistas que hacen más que música: se abren en canal. Y yo bebo de eso”.

Esfuerzo y entrega

Superviviente de unos duros episodios de su corta biografía (pasó por una leucemia de niña y sufrió el atentando de La Rambla de Barcelona en sus propias carnes), la cantante, que era una diseñadora gráfica con futuro, demostró en la Academia su apuesta por el esfuerzo y la entrega: “Yo entiendo la forma de trabajar así. Si algo me gusta y me apasiona, no puedo hacerlo sin ese grado de implicación. En OT no sé si ha sido la mejor manera de llevarlo, pero me estaban haciendo un regalo y yo solo podía dar a cambio la mejor versión de mí”. Aunque su excesiva autoexigencia le hizo entrar en bucle y no conseguirlo del todo. Eso cambió cuando les mandaron a casa para vivir allí el confinamiento: “A mí, a nivel de trabajo y mental me vino superbién: fue un reset. Tenía el momento para parar. Y entré con otra actitud: seguir trabajando, pero disfrutarlo”.

También se caracterizó por ser muy organizada y responsable, lo que le llevó a Noemí Galera, la directora, en pensar en ella como su sucesora: “Mucha broma, pero me di cuenta de que era verdad. Cuando llegué allí, vi que aquello funcionaba como cualquier empresa o familia: que hay trabajo y si tú das, la gente da”. También destacó por su corrección. “Allí se me ha visto como soy. Pero mi madre me había dicho: ‘ Ana Julieta, no hagas nada de lo que te puedas arrepentir, porque te va a ver todo el mundo’. Y era una gran responsabilidad, aunque tampoco me quería autoflagelar”. Su otra, madre, la de OT, Noemí Galera, fue más allá: “Nos dijo: ‘Hay un cierto público menor de edad que sigue tanto este programa que os puede llegar a tomar como ejemplo a seguir. Con lo que sed vosotros, pero la mejor versión de vosotros’”.

Rumores y 'haters'

Un momento memorable de su paso por el talent fue su actuación de Señorita con Hugo Cobo, un compañero muy especial. “Desarrollamos una amistad increíble, y si lo veía mal, le tenía que ayudar: que si con un rap, que si con un baile…”. Pero la interpetración de esa canción fue tan sensual que propoció especulaciones de que entre ellos había algo más. “Señorita generó un fenómeno. Pero la canción pedía hacerlo de esa forma, y así lo hicimos. Todo superprofesional”.

Tras dejar la Academia por la pandemia, ambos se enteraron de los rumores. “La parte reality de OT muestra unas cosas y la gente las interpreta”, advierte. Una parte de las fans siguen celebrando el 29 de cada mes un episodio muy bonito de su amistad: “Lo sé, lo sé”, confiesa. El problema viene cuando eso alimenta el fenómeno hater: “Cuando alguien defiende a capa y espada a un ídolo y entra en conflicto con otro, se generan una serie de discusiones. No hay que llegar a tanto confrontamiento, porque todos nosotros nos adoramos, somos una familia”, explica.

Anaju y Hugo, interpretando 'Señorita', el pasado 29 de febrero, en la firma de discos de Barcelona. / JORDI COTRINA

Una vez fuera de la Academia tampoco puede evitar que le busquen novios. Cualquier foto (con los triunfitos del 2017 Luis Cepeda y Alfred García, por ejemplo) lo propicia: “Entras en contacto con gente que es superconocida y no puedes evitar que se hable y especule. Pero es gente igual que yo que ha empezado a trabajar en la industria y hemos coincidido en el espacio tiempo. Lo llevo con normalidad”.

Organizada y planificadora hasta la médula, no sabe qué le depara el futuro: “Es tan incierto... El 7 de octubre del 2019, hace ahora un año, fui al casting de OT, donde me pusieron la pegatina”, narra. Y le dijo a Galera: “Noemí, si entro, lo voy a petar”. Pero un año antes, en el 2018, cuando e aún era diseñadora gráfica, le había dicho a sus padres: ‘Iros preparando que voy a entrar en OT’. “Había que visualizarlo”, dice. "Y, a un año vista, he pasado de una pegatina a un segundo single con videoclip. Aunque no me quiero perder cosas en el proceso que me puedan enriquecer por tener una meta superfijada. Iremos fluyendo”. ¿Y qué tal una colaboración con Peluso, con Llergo… con Rosalía? “Todo a su tiempo”, contesta. Lo debe de estar visualizando.