Parece mentira, pero es real. Ernesto Valverde vuelve, y muy a su pesar, a la casilla de salida. Regresa al mes de agosto, por mucho que en el camino haya andado tanto, y tan bien, que tiene dos títulos (Liga y Copa del Rey) al alcance de la mano. Apenas ocho partidos para celebrar un doblete, bajo el impacto, por supuesto, de otra eliminación europea, una caída tan dolorosa que ha devuelto al técnico al kilómetro cero. «Serán días duros», admitió Valverde en el mismo estadio olímpico romano, consciente de que desperdiciar una amplia renta (4-1) le acabaría condenando a retornar al tumultuoso verano.

Ahí está, de nuevo, Valverde, como si la reconstrucción que fue tejiendo con paciencia tras la tunda que recibieron en la Supercopa ante el Madrid estallara en Roma en las manos de todos. Para empezar, la suya. Quiso ser más Valverde que nunca, protegiendo al equipo, como ya había hecho en la ida con el doble lateral derecho (Semedo y Sergi Roberto) arropado en ese 4-4-2 que le ha permitido imponer en la Liga un ritmo inalcanzable para el resto. Pero los azulgranas quedaron desnudos encajando en 82 minutos los mismos goles (3) que en los nueve partidos anteriores de la Champions (3). Él no tuvo respuestas; los jugadores, tampoco.

Al ser reincidente el Barça (tercera eliminación consecutiva en cuartos de la Champions, cuarta en los últimos cinco años), nadie queda libre de culpa

«Ha sido un golpe muy duro», reconoció ayer el presidente Josep Maria Bartomeu en el Ayuntamiento de Barcelona durante la presentación del acuerdo sobre el Espai Barça. Todavía impactado el dirigente por el estrépito del fracaso que supone tirar a la basura una ventaja de tres goles en Europa. Usó Bartomeu la misma palabra que Valverde, obligados ahora ambos a reactivar al equipo para no caer en el mismo error en la Liga, por mucho que los 11 puntos de renta sobre el Atlético sean un más que confortable colchón a falta de siete jornadas para el final: 21 puntos en juego. Pero este sábado llega el Valencia, el tercer clasificado, al Camp Nou. Y dentro de una semana toca disputar en el Wanda la final de la Copa del Rey contra el Sevilla.

Derrota con secuelas

La derrota de Roma tendrá secuelas. Más allá de las económicas (lo que el club deja de ingresar por no ir a las semifinales y el dinero que se ahorra de las variables de fichajes hechos y primas a los jugadores) están las deportivas. La junta de Bartomeu no puede volver a fallar en la reconstrucción de un Barça, cuya columna vertebral sigue siendo la de Berlín-2015. Aquel triplete pertenece al recuerdo y el tridente que lo impulsó (Messi-Neymar-Suárez) dejó de existir hace un año. De ahí, la necesidad de acertar en las piezas estratégicas (Griezmann y Arthur figuran en esa listas) en la refundación del equipo, que puede ver partir a Iniesta, su capitán, camino de China. Resulta imprescindible arropar bien a Messi para hacerle la vida más fácil. Y no que sea siempre él quien se la haga a los demás.

Quedan solo ocho partidos en la temporada culé, con dos títulos en juego. Ocho partidos con los que comenzar la reconstruccion con un doblete.